martes, 30 de septiembre de 2014

Carta abierta a José Miguel Monzón… o sea, el Gran Wioming


Leo en una entrevista que ha tenido a bien conceder a cierto diario nacional, la siguiente afirmación: “En la tele nos limitamos a decir la verdad, y eso es raro”. Quiero pensar, señor Monzón que, al tenor de la citada declaración, se ha dejado llevar por la algarabía que provoca su presencia en determinados ambientes o, quizás, por el peso de ese aura de claridad y franqueza con que algunos se autodefinen, porque si no es así, confirmaría cierta suposición mía sobre su trayectoria.
Desde hace tiempo –y no creo equivocarme-, vengo notando en usted un  progresivo abandono de la humildad a la que debería acogerse. Es usted inteligente –como negarlo-, locuaz hasta límites inopinados, perspicaz como pocos y con el punto ocurrente que necesita cualquiera que quiera ser escuchado y, salvo para aquellos que serían capaces de dejarse matar por una bandera, está abandonando la senda que le llevó a donde hoy se encuentra.
            En el caso de esta declaración, me horroriza pensar que dice lo que piensa y estaría más cómodo en la suposición de que no ha pensado suficientemente lo dicho. La verdad; esa verdad a la que alude, es un concepto demasiado gaseoso como para que usted o yo podamos aprehenderlo, demasiado importante para ser revelado a humanos normales como nosotros… porque necesito creer que usted es un humano normal, ¿no?... y si por un momento pasara por su docta cabeza la idea de no serlo, tenga cuidado porque por ahí transitaron temidos y recordados personajes. Nadie posee la verdad y quien no lo crea así, se equivoca y confunde a los pobres de espíritu, entendiendo a estos como aquellos que no saben capitalizar la duda.
            Me parece de miedo que sus ideas fluyan por doquier; que no dé ocasión por perdida a la hora de dejarlas caer, pero que las exponga cuan axiomas irrefutables “se me hace bola”
Aproveche sus numerosas cualidades en algo útil, por favor, que –quiera o no- es usted responsable del caso que le hagan muchos seguidores “incondicionales”; alguno de los cuales, por desgracia, no metabolizan suficientemente sus palabras e ideas y las simplifica hasta límites que le asustarían.
Vivimos en una sociedad en la que los valores son imprescindibles y, entre otros,  la justicia y la libertad son esenciales y desaparecerían si cada uno de nosotros nos consideráramos poseedores de LA VERDAD.

Luis F. de Castro

lunes, 29 de septiembre de 2014

Crea un líder y échate a dormir.

   
 Es encomiable la lucha de muchos pueblos por la ley, la democracia y la libertad; cómo se baten por encumbrar ideas que, visto lo visto, son ya más tópicas que reales; cómo derriban una barrera sólo para comprobar que se ha creado otra nueva ante ellos; es admirable. Y es que, entre esas barreras que se encuentran por el camino, creo que las más importantes son la falta de cultura y la demagogia. ¿Cómo es posible que miles y miles de ciudadanos -la mayoría honrados y laboriosos- se unan a tesis dictatoriales en contra de otros -tan honrados y laborioso como los primeros- enarbolando armas y banderas de manera violenta y radical? ¿Cómo es que la humanidad no aprende de sus errores? Y lo más curioso es que, en la mayoría de los casos, buscan  exactamente mismo.

Luis F. de Castro.

viernes, 26 de septiembre de 2014

En la trasera de mi calle



En la trasera de mi calle, hay otra en la que, desde hacía tiempo, un bazar chino  ponía a disposición del barrio una infinidad de mercaderías. Era un híbrido entre cueva  y centro comercial. De la primera tenía la penumbra, el silencio y el olor a humedad y del segundo la oferta y el servicio, con lo que ninguna objeción se le podía poner a su tranquila existencia. Siempre estaba ahí para lo que fuera menester; una barra de pan a deshora, unas pilas para el consolador, un florero o una libreta; ninguna necesidad salía de allí sin ser convenientemente atendida y así, desapercibido e imprescindible, pasaban los días para el chino del barrio. Pero hete aquí que un día el chino apareció cerrado. Tan silencioso se fue como había llegado y las necesidades extemporáneas de los vecinos se buscaron otro chino un poco más allá.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Entre Málaga y Malagón, no hay nada



El armamento químico y bacteriológico no tiene buena prensa. Deja daños feos y poco honorables. Que un afectado por gas sarín muera en dos o tres minutos por falta de aire es indigno, pero que lo haga desangrado por una pierna amputada en cinco, no. Asimismo, eso de dejar este mundo en masa, todos juntos y mediante igual método, ¡jó, que pereza! pero hacerlo diseminaditos por las calles o en pequeños grupos, unos  a cuchillo, otros a golpes, muchos descuartizados por una buena metralla, ¡eso es otra cosa!

lunes, 22 de septiembre de 2014

Ayer, en el médico


Ayer,  200 años y 134 días después de la única guerra que deberíamos haber perdido y motivado por un asunto de pólipos, tuve a bien pasar por la consulta del especialista en digestivo. Llegado al lugar  a la hora indicada, me topé con una ventanilla  que, a la par que cerrada, se encontraba orlada hasta límites insospechados de carteles informativos. Eran dispares en formas, tamaños y colores: unos nuevos y otros ajados, unos escrupulosamente escritos y otros burdamente garabateados, unos  firmados con “gracias” y otros con “la dirección” pero todos, todos, ordenando cosas o imponiendo condiciones para ser atendidos.
Enfrascado en su lectura cual recita salmos del antiguo testamento, no caí en la cuenta del tiempo y mi enano interior y yo nos sumergimos en una disputa justiciera sobre lo soberbio y pedante de sus contenidos: Que si quieres ser atendido, con la tarjeta sanitaria en la boca, que “ojito” con levantar la voz, que si la hora de la cita es de mentirijillas, que si debíamos permanecer sentados, que si los móviles apagados… y un sinfín de memeces más a cual más imperiosa y restrictiva. En esto que me vi levantándome con ímpetu justiciero y –digno y orgulloso- arrancar uno tras otros todos los “papelajos”, me vi increpando al personal sobre su descarada falta de eficiencia, me contemple dándoles lecciones sobre la adecuada atención al público, me sentí querido por los sufridos administrados y aplaudido por ellos, me vi… ¡hay como me vi!

-         Señor, que no tengo todo el día, me da sus papeles o prefiere seguir rezando…
-         ¡Oh! Si, si, perdone; es que me distraje con estas amables indicaciones. Tenga, tenga.



Luis F. de Castro.

Tonto el último

     
     España -por gracia o desgracia; mi país- es tierra de perdedores. Recuerdo un artículo de Sostres; de esos que levantan polvaredas, en el que se refería a la tristeza de ser español... y es que, visto lo visto, no queda otra que darle un punto de razón. Somos -incluidos los catalanes, quieran o no- el pueblo del vaso medio vacío y para mi que el sentimiento secesionista de  algunos, se relaciona más con el de las ratas que abandonan el barco o el del niño que se avergüenza de su madre que el de creerse diferentes.
     Algunas veces pienso porqué -catalanes también- ganamos la única guerra que deberíamos haber perdido: la de la independencia ante Francia; ¿qué sería de nosotros ahora?

     Lo cierto es que somos poco leídos y por ende, pasto de vocingleros, charlatanes y embaucadores; ¡qué le vamos a hacer!

Luis F. de Castro

martes, 16 de septiembre de 2014

Puedo, luego existo.


    http://blog.cristianismeijusticia.net/wp-content/uploads//poder3.jpg

    Según algunos, la política es una rama de la moral destinada a gestionar la convivencia, pero el valor de esa definición fluctúa con los mercados. Hoy por hoy es tal el exceso de oferta que con un minuto de visibilidad compras la mitad de cualquier Parlamento. La política ha llenado cada uno de los intersticios de la sociedad y con el paso del tiempo, ha complicado tanto la vida del ciudadano que consiguió dar el salto cualitativo final: se ha convertido en libro de ruta de la evolución humana.  En cierta forma, es lógico. La racionalidad que nos caracteriza en el mundo animal, se alimenta de poder y es este el que condiciona los avances del conocimiento: Poder sobre las bestias, sobre la naturaleza, sobre nuestros semejantes, poder al fin.
     Lo que mantiene unida a la sociedad contemporánea no es otra cosa que eso: poder.

     La importancia del hecho de que cada político vele por los intereses de su ideología -que no de sus  conciudadanos- se ha visto superada por la necesidad de dejarse ver por ellos como lideres laboriosos y capaces. A mi modo de ver, la  presentación de su cometido como si fueran ímprobas empresas, no es más que una función teatral encaminada a que cualquier resultado -por desastroso que sea- pueda mostrarse como un triunfo clamoroso.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Sobre nuestra manera de gestionar la catástrofe



En su perenne y estúpido egoísmo, en su mezquina prepotencia, se arroga el ser humano ser el creador de la estética y el garante del orden; son estas algunas de las ideas que avocan este minúsculo planeta al caos y la degradación. Nuestra soberbia nos lleva a pensar que todo lo que nos rodea está para servirnos y que –llegado el caso- si no nos sirve bien, “Dios proveerá”, porque hasta en esa torticera pretensión descargamos nuestra responsabilidad en “otro”. Avanzamos descoordinados, a empellones, desarrollando la copa sin preocuparnos de la raíz de este árbol que nos sostiene obviando todos los avisos de descuaje que se nos presentan. Descorazona pensar que la inmensa mayor parte de nosotros navegamos en esa dirección y que la creencia en estos paradigmas, solo hace que colaborar en el derrumbe de nuestra insostenible civilización.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Once años

http://desdelfondodelalma.blogspot.com.es/2013/02/traigo-un-brote-de-esperanza.html


Son aire puro tus lágrimas.
Esencia,
fragancia de sentimiento
las que corren, prestas.
Paciencia.
Regando, mejilla abajo
el frondoso huerto de tus pocos años.

Quiere el viento en poco secar
lo que diluvio había sido.
Llanto del cielo caído
aflorando sonrisas de par en par.

Siento entre pecho y espalda tu alegría.
Tus saltos.
Tus gozos.
Tus correrías.
Ese mechón de pelo que suelto ondea.
Esa mirada resuelta de impetuoso brío.
Todo al bies de lo helado y frío.
La palidez que orgullosa enseñoreas.

Tus miedos; tierra mía.
Tus risas; mi credo
¿Qué más quieres? Mi cielo.
¿Mi vida…?
Esa es tuya. 

                                   Luis de Castro