domingo, 27 de diciembre de 2015

La felicidad, esa gilipollez sobrevalorada. Confórmate con estar a gusto.

    


    Escucho la Sinfonía del Nuevo Mundo y mientras sus compases se me incrustan en la boca del estómago me pregunto qué puedo hacer yo. Sí, qué puedo hacer para ser feliz y ayudar a que los demás también lo sean… aunque sea un poco.


    Para empezar por el principio, debería saber que coño es eso de la felicidad; difícil tarea, sí. No creo ser exacto, aunque no del todo desencaminado si digo que la felicidad es un sentimiento o sensación de bienestar en sentido amplio. Vamos, que puedes sentirte feliz si te comes una rosca o saboreas un trocito de chocolate, pero que ser feliz por ello me parece excesivo. Lo del sentido amplio viene más por una cuestión temporal que cuantitativa, porque ser feliz es lo más, y más allá, como que no se puede. Por otra parte ¿se puede ser feliz en ese sentido amplio? Pues mira tú que me parece que como todo en esta vida, es relativo. Seguro que me dais la razón cuando digo que nadie, o casi nadie, es feliz más de cinco minutos seguidos… Acordaros de aquello de “Hoy puede ser un gran día, verás como viene alguien y te lo jode”; cuando no eres tú mismo el que la fastidia. Lo cierto es que a medida que discurro, más me parece que eso de “la felicidad” es una entelequia y que -si acaso- sea, ni más ni menos, la ausencia de hambre, dolor, sueño, ganas de mear, etcétera; y siguiendo por ese camino, llegar a la idea de que tu felicidad es inversamente proporcional a tus necesidades y, por ende que eres tan feliz como tu ausencia de estupidez te permita. Si eres de los que babea con el vuelo de una mariposa… ¡miel sobre hojuelas!, ahora, si buscas la paz y la justicia en el mundo… ¡a tomar por culo! Un desgraciado y de los gordos.
     Conclusión: no estudies, rehuye a la gente, no preguntes, pasa de todo, mantente lo más desinformado posible, no te ilusiones con nada, duerme todo lo que puedas y tómate tu tiempo para hacer de vientre… y cumpliendo estas sencillas indicaciones irás por buen camino.
    No tengo que darle muchas vueltas para descubrir que no soy tan importante como para que mis disquisiciones influyan en otros, y si alguien se deja, peor para él, porque el “cacao” mental es contagioso y de eso voy muy bien servido.
    ...Es broma.


Un saludo y hasta otra.

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