lunes, 23 de marzo de 2015

Andalucía o tener lo que se merece.


            Que la mente humana es difícil de escrutar no tiene discusión y, por lo tanto, que su escrutinio está al alcance de muy pocos, tampoco. El pensamiento colectivo y la sensibilidad social son manipulables hasta puntos insospechados, y lo que hoy es malo, mañana bueno y viceversa. Eso es una máxima universal, que por conocida, tratada y denostada, no deja de incrementarse extendiéndose hasta los últimos rincones de una sociedad gregaria y en exceso zafia. Se dice que un pueblo leído es un pueblo poco manipulable y que la libertad de pensamiento está en proporción directa a la cultura de sus componentes. Es a golpe de verdadera cultura como se van exiliando aquellos elementos de irracionalidad que hacen de nuestra sociedad algo al servicio de aquellos que conocen la técnica de la manipulación.
            Cientos de imputados/investigados, millones de euros sustraídos de los dineros públicos, una insondable red de clientelismo político y una carga de paro insoportable, no han sido suficientes para que el pueblo andaluz cambie su voto, siquiera por la vía de probar otra cosa que -presuntamente- menos daño haga. Y ahora qué. ¿Seguirá la sociedad andaluza arrastrándose en el mismo quejicoso tedio de siempre? ¿Tendrá el social descaro de seguir penando la mala suerte que han tenido con sus gobernantes? Se enterarán ahora los intelectuales de turno el porqué Telecinco es la número uno. Somo lo que somos, y cambiarlo es difícil, muy difícil; hasta el punto de que algunos consideran que la ruptura es la única vía. Romper con todo para cambiar de dueño... sí, de dueño, no se sale de una de esas con otra cosa que con amo nuevo, por que España es mucho de “Don Juanón o Juanillo” y en vez de limar, ajustar, reconducir somos de “mantenerla sin enmendarla hasta joderla, para después matarla”

            Espero no tener razón y que los tiempos hayan cambiado inadvertidamente para mí; que el análisis de esta situación sea más simple y sencilla del que bulle en mi cabeza y este nuevo avatar político sea parte de una solución que se me escapa. Mientras espero que sea así, no dejo de pensar en el tópico:  “Tenemos lo que nos merecemos”.

Luis F. de Castro

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