martes, 2 de junio de 2015

Elogio de la intrascendencia


                                     http://www.vertele.com/noticias/los-espanoles-somos-los-lideres-mundiales-en-telebasura/

 Entre el principio y el fin trotamos en manada; queramos o no. Viajamos en el interior de una amalgama en la que sólo distinguimos individuos si nos acercamos lo bastante. Si no es así, si nos vemos desde un distante otero, no somos otra cosa distinta a ese rebaño de ñus que tarde tras tarde atraviesa el Okavango mientras sesteamos en el sofá. Desde ahí, solo vemos una masa infusa con la que -ni en nuestras peores pesadillas, nos identificaríamos; porque nosotros somos algo más... a que sí; porque yo tengo importantes motivos para hacer lo que hago y los demás… ¡quién sabe!

Mirándonos el ombligo, no es descabellado suponer que me sumerjo en la masa para escapar de esa sensación de agobio que conlleva cargar individualmente con los problemas de este mundo. La crueldad, la injusticia, el egoísmo, son algunas de las causas de esa incertidumbre que nos supera, provocando en nuestro interior un malestar que se acrecienta con la circunstancia añadida de que no nos vemos ni con fuerzas, ni con ganas para actuar en su contra.
El caso es que muchos -más de los que creemos- buscan refugio en la intrascendencia, la banalidad; aquello que ni de lejos pueda hacerle daño a esa pertinaz tendencia a la inacción. Juzgar esta circunstancia es ciertamente complicado: ¿Cobardía? ¿egoísmo?¿prudencia? ¡Quien lo sabe! Seguramente, cada uno de nosotros llegaría a diferentes conclusiones con las mismas premisas. Con todo, lo que reivindico es el derecho que todos tenemos a ocultarnos tras la trivialidad, a no implicarnos más de lo que creamos conveniente y a no tener que dar explicaciones por ello; que con cumplir la ley sea suficiente y no necesitemos justificar el hecho de que carezcamos de la capacidad que poseen los “solidarios implicados” o los líderes” para comandar las huestes del cambio. Es por ello que considero deberíamos callar antes de criticar a quienes ven, comentan y aprovechan la tele-basura, a quienes prefieren arrojarse desde un balcón antes de escuchar las noticias, a quienes la trascendencia les provoca sarpullidos, porque su postura es resultado de una decisión personal tan respetable como la de cualquier otro.

Me soliviantan esas miradas de superioridad, esos tratos displicentes con que algunos filósofos de salón o debatientes de barra de bar regalan a aquellos que prefieren la película de por las tardes o el ¡Que me dices! Esos que son capaces de mantener que un realities al uso es tele-basura y que un debate de “Cuatro”es algo serio y aleccionador. Creo que deberían reiniciar sus entendederas y considerar las opiniones de los demás como las propias, porque corren el riesgo de que esa gente se ponga a opinar también.

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