martes, 20 de octubre de 2015

I - ESOS PODEROSOS, JUSTOS Y DINÁMICOS HIJOS DE LA GRAN BRETAÑA.

           
https://unmundodeluz.files.wordpress.com/2013/09/indian-tribes.jpg

      Si no hubiera existido Theodor de Bry alguien habría fabricado otro mentiroso por el estilo.  Theodor de Bry fue un orfebre, grabador y editor nacido en Lieja en 1528 que, además de lo anterior, se hacía pasar por historiador de una América recién descubierta. Cualquiera con un poco de perspectiva y a la vista de sus trabajos, hubiera comprobado que de sus talleres sólo salía engañosa publicidad y no historia. 

   De su prolífica actividad nacieron principalmente las leyendas negra y blanca sobre el nuevo y apetitoso continente; la negra -como sospecháis- para España y la blanca para los que pagaban  su soldada: Inglaterra, Holanda y Francia. A partir de ahí, nada se pudo hacer ya que, como es sabido, el normal de los humanos, hace más oído a lo que quiere oír que a la incómoda verdad. Como excusa de mal pagador no me vale con escuchar que en aquella orgía de sucesos, todos cometieron desmanes, porque no fue así; si alguno destacó por sus “burradas” fueron las mesnadas de sus majestades británicas.
            Para empezar digamos que eriza la piel que se tache de héroes -como queda en  algún ideario común europeo- a aquellos que exterminaron casi en su totalidad a las poblaciones de indios de las zonas de su influencia, y de villanos execrables a aquellos que se hibridaron con ellos. De salida y sin mirar muy dentro del asunto, esa circunstancia denota que unos se consideraban superiores y los otros, no; todo dentro de las reservas propias de un asunto tan complejo. Se acepta normalmente que los españoles llegaron a América con dos necesidades fundamentales: llenar la faltriquera y atraer adeptos a la causa, pero se obvia que los británicos y holandeses fundamentalmente, los adeptos no los necesitaban para nada, así que ¡a tomar viento con los indios!; para ellos era solo la faltriquera lo importante. De hecho, terminada la guerra de independencia americana y cuando los anglosajones nacidos allí se habían desecho de los lazos que les unían a los de aquí, siguieron con esa máxima**. Al final, decir que de todas las tribus norteamericanas preexistentes a la avenida de hijos de la Gran Bretaña, solo quedaron grupúsculos de desplazados en guetos más o menos aireados. Todos, salvo los indios Pueblo que conservaron su territorio y autonomía en lo que hoy es el Estado de Nuevo México, y ello en virtud de los tratados entre un México de influencia hispana, pero ya independiente y unos Estados Unidos en plena, apabullantes y genocida -otra vez la palabra- expansión. Dicha protección provenía ya de las normas promulgadas por los reyes españoles y cuya filosofía estimaba que “había sitio para todos en esa tierra del señor”.
            Hasta en el nombre empezamos mal. A los invasores hispanos se les llamó conquistadores, pero a los anglosajones, colonos. Los primeros, los españoles, excretaban barbarie, vicio y ambición, y los segundos un admirable ánimo de colonizar tierra salvaje y desagradecida. ¿Opinarían lo mismo los indios? Pues a lo que vamos; ni unos eran tan así, no los otros tan “asá” ; de hecho, cuando los británicos arribaron a las costas de Nueva Inglaterra, existían pueblos con la sólida estructura social que les daba su existencia de siglos, pero para los visitantes anglosajones, sencillamente, no eran humanos. El colono se consideraba superior en su sed de tierra, oro y gloria y en esta tesitura se proclamaron protagonistas de una masacre indiscriminada a lo largo y ancho de Norteamérica y el Caribe, siendo ellos los únicos espectadores de la “hazaña”, además de los que no quedaron para contarla: los indios. Fue, sin duda, una de las colonizaciones más sangrientas de una humanidad repleta de ellas, en la que unos españoles cuyo fin principal era el convertir indios al Catolicismo -entre otras cosas- lleváronse la peor de las famas y aquellos que decidieron borrar a los indígenas del continente para dejar espacio libre a puros ingleses, se arroparon de loas y parabienes. Viene a cuento recordar que por lo mismo, Hitler fue catalogado por su Majestad Británica como el enemigo público número uno de la humanidad. Hasta tal punto llegó la impronta de su ideario genocida de los británicos que la importación de mano de obra barata de África, oportunamente  llamados esclavos, se debió, entre otras razones, a que se consideraba al indio norteamericano de una estopa inferior a aquellos, e inválidos, incluso, para el trabajo.
            En conclusión: No mezclemos churras con merinas; hubo una enorme diferencia entre hispanos y anglosajones en lo que a sus conquistas se refiere. Unos se mezclaron creando un continente poblado con nuevas gentes y dejaron una influencia cultural y religiosa potente e hibridada con las culturas indígenas, los otros exterminaron lo que allí había y plantaron sus puros reales a “tabla rasa” no dejando ni los restos.
            Todo en esta vida es relativo, y me pregunto si los “bocafloja”, perroflautas, libertoigualitarios y chupasubvenciones que nos rodean en esta España tan dada a autofagocitarse, se habrán dado cuenta de esto cuando tachan de genocida la conquista de América por los españoles.

Luis F. de Castro
           

**A principios de los años ochenta quedó "solucionado" el problema de los indios conforme a la consigna The only good Indian is a dead Indian Nur ein toter Indianer ist ein guter Indianer (esp.: 'El mejor indio es un indio muerto') formulada por Philip Henry Sheridan (1831-1888), general primero y Comandante en jefe más tarde del ejército norteamericano, con ocasión de la sangrienta campaña llevada a cabo en el invierno de 1869 para someter a los indios kiowa5.

No hay comentarios:

Publicar un comentario