martes, 19 de enero de 2016

Macbeth (2015) El corazón de la cebolla



     Estaría por asegurar que si Seakespeare viviera hoy, aquí, entre nosotros, no se comía un "colín", pero la perspectiva del tiempo le ha dado su inmenso caché.
     ¡Qué tío! 
     Por de pronto, tenía que ser poseedor de enormes cantidades de tiempo libre; eso, sumado a las pocas distracciones que  deberían acosarle, nos lleva -por lógica secuencia- a suponerle un "tarumba" con la cabeza a "pájaros", y todo ello, no por lo que pensaba, sino por como hacía lo que hacía. Hoy día, por regla general, somos más superfluos, más superficiales, más de leche desnatada en contraposición a los densos calostros mentales de nuestro ínclito dramaturgo. 

     Siempre opiné que al cine se va a sentir y, como es natural, cada uno siente lo que sus órganos le permiten. Evidentemente no hay dos personas con sensaciones idénticas ante una misma circunstancia, pero más o menos, todos estamos cortados con un patrón parecido y es esta semejanza lo que hace que a Seakespeare se le reconozcan los méritos que se le reconocen. El amigo, cuando enganchaba una debilidad humana, la deshacía, la desmembraba... capa a capa dejaba el corazón húmedo de la cebolla al descubierto provocando una suerte de desconsolados sollozos a todo espectador que le observara... y hete aquí que Kurzel decide acometer en clave cinematográfica, el destripador análisis sobre la ambición que es "Macbeth" y, en confianza, si eres uno de esos que va al cine con la intención de comer/hablar/meter mano, etcétera: olvídate... o una cosa o la otra. Esta película no admite ser compartida con nada; o estás a ella o saldrás de la sala como quien nunca entró. Requiere de toda tu atención; te succiona y, solo cuando acaba, te das cuenta de que esa "cosa" sentada en la butaca, arrugada y cariacontecida, eres tú. 
     Llevar "Macbeth" a la pantalla es un reto para cualquiera y más sabiendo que casi todas las posibilidades nos llevan a perder. Es dura, difícil, enrevesada y truculenta en todos sus rincones. Cualquier "tontá" puede llevarse la magia y dejarte con la sensación de haber perdido el tiempo, pero no; no en esta ocasión. La he gozado, la he disfrutado y, tanto es así, que he engordado con ella. Sin ser -a mi entender- perfecta, da lo que debe dar. La ambientación, la música, el vestuario, la luz... todo está en su sitio y, si no es así, Kurzel me la ha pegado bien.

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