jueves, 17 de julio de 2014

El tumor


Queridos colocotrocos; No sé si pensaréis como yo, pero que  la sociedad en la que vivimos siente aversión a las ideas nuevas, es para mí un hecho. Todo lo que vaya en la dirección de revolver tópicos y sacar a la masa de su zona de confort, da grima. No estoy hablando de un nuevo smartphone o de una ventajosa cuenta vivienda, sino de ideas que afecten al ideario político/religioso/económico que nos organiza. Tocar eso es como "mentar a la bicha"



Intentaba transmitir seguridad, pero en su interior, todo eran incertidumbres. Sabía de sobras que hay cosas que no están en los libros, cosas nimias en apariencia y vitales en verdad y que, de no ser tenidas en cuenta, llevarán el resultado al ignoto territorio del azar.
El tumor se había extendido imparable y pedía a gritos la intervención liberadora. La carne se pudría vertiginosamente y la vida de su dueño pendía de su decisión.
Por fin, resuelto, enarboló el bisturí y entre las sombras de la anestesia atacó la raíz del mal. Cercenó sin mesura,  cortó, escindió todo lo que parecía anormal y insano y al cabo concluyó que con ello, el problema estaría resuelto.
Al poco, comprobó cuan equivocado estaba. La fiebre no remitía, el dolor continuaba presente y su establecido conocimiento sufrió un rapapolvo más, uno más de tantos.
Pero el paciente, contra todo pronostico, no terminaba por morir. Tal parecía soportar los rigores del tumor que ya era más él que él mismo.
Y nuestro cirujano, transido de contradicciones, notó cruzar su pensamiento por una idea perturbadora: ¿No será una evolución y no una enfermedad? ¿No será esa masa, aparentemente informe y agresiva, un nuevo renacer vivificado?
… y dejó pasar el tiempo observando lo suficiente como para comprobar lo cierto de sus suposición. Nuevos cuerpo y alma surgieron de las profundidades del dolor, mas serena y sabia y nuestro hombre concluyó que éramos los culpables de frenar una evolución imparable y necesaria.
Más nada pudo hacer para transmitir su descubrimiento que, por revolucionario y absurdo se denigró hasta hacerlo desaparecer.
Y el mundo siguió extirpando tumores  con la más tranquila de las conciencias




Luis de Castro

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