domingo, 6 de julio de 2014

Las cosas de Teobaldo (fragmento)

     
Dibujo: Felipe de Castro


      Cornelia, al decir de la gente que cree conocerla, es una mujer de armas tomar. Nunca pasa desapercibida; sea por como es, sea por lo que hace o por lo que dice, nadie podría mantenerse a su lado sin caer en la cuenta que está ante alguien poco corriente. Su vida ha sido un interminable rosario de situaciones imprevisibles, incertidumbres, propósitos y despropósitos que, si bien podría aplicarse a cualquier ser humano, no en esas cantidades, no tan excesivo, no tan desorbitado. El resultado es una mujer de cincuenta años, inteligente, locuaz, resuelta hasta la temeridad y tan temible para sus enemigos como para sus amigos; de hecho, no tiene ni unos ni otros, tiene víctimas; así, la naturaleza -sabia en extremo- y al igual que hace con aquellos animales extremadamente venenosos a los que viste de vivos colores, la ha dotado de una fisonomía extraña, especial. No es alta ni baja, de un metro sesenta y cinco más o menos; muy delgada, con una melena negra de pelo rizado que al caer sobre sus hombros lo hace de manera indómita; rasgados, profundos y castaños ojos que contrastan con su piel blanca, muy blanca, y una forma de hablar, sonreír y mirar que intenta prevenir a todo aquel que tenga que ver con ella, del peligro ante el que se enfrenta.

Luis de Castro

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