martes, 25 de junio de 2013

Carta de un español a los colocotrocos.

Esta misiva, queridos colocotrocos, encontrela bajo la puerta de mi palacio. Como quiera que va dirigida a vosotros, súbditos del reino, os la expongo a juicio.
Pobre pais, el de nuestros vecinos españoles. Temblando estoy de que nos invadan buscando el bienestar aquí omnipresente... aunque si traen tortilla de patatas, choricitos fritos y cerveza, podríamos hacerles un hueco.



Convivo, luego salgo perdiendo siempre.


Hace mucho, pero que mucho tiempo, alguien me dijo que por fecha de nacimiento me correspondía ser Libra y, por tanto, persona especialmente sensible a la injusticia, al desafuero y, en conclusión, a la arbitrariedad. Vaya por delante decir que no suelo dar pábulo a creencias de cariz esotérico y para un servidor de ustedes, el horóscopo lo es. Aceptemos como verdad que no sé si el hábito hizo al monje o el monje hizo al hábito, pero aquella lejana sentencia “se me quedó”; el caso es que por aquí y por allá, do quiera que vas, te rodean; es más: Tú mismo sueles sorprenderte, a veces, abusando maliciosamente de algún congénere para conseguir algún nimio beneficio, pero te disculpas: “Son pequeñas cosas que no van a ningún sitio”.

 Sales a la calle. El frío viento invernal no invita al paseo, más bien al trote; ¡Vamos! Que el día no es para andar esperando a que el paso de peatones se ponga en verde a juzgar por los que cruzan sin esperar su turno. Me sorprende sobremanera que son más las personas de edad avanzada las que se arriesgan. Debe ser que ya no quieren seguir cobrando la pensión… Y la vendedora del cupón tras extraer el último cigarrillo del paquete, arruga este y lo arroja al suelo un par de metros delante suya; será para que no le falte trabajo al barrendero. Sigues adelante y a tu espalda, un anónimo individuo extrae de sus pulmones algo que supongo es un escupitajo. El sonido que produce es indefinible y lo escucha todo el que esté en cien metros a la redonda. Entro en el Metro y mientras compro el billete, tres treintañeros –encorbatados ellos- se cuelan sin pagar entre risas y gorjeos. Ya dentro del vagón, una señora añosa se quejaba a otra señora más añosa aún de que “Esto ya no es lo que era”. Nadie se había levantado para dejarles asiento y cuando la novedad de la incidencia había pasado, le relacionaba los medicamentos que le había recetado Don Manuel para su familia  “…y es que es más bueno”.

Y así podríamos seguir “in saecula saeculorum” Nuestra cotidianidad está llena de estos momentos que, por abundantes, pasan desapercibidos; momentos que nuestra consciencia hace desaparecer al poco de haberlos vivido y no por ello, debemos echar en saco roto. Sus actores no son delincuentes, no son malhechores, somos nosotros mismos; son esos que cuando conjugan la oración en pasiva ponen el grito en el cielo, se rasgan las vestiduras, piden responsabilidades, les entra diarrea sin darse cuenta que a la vuelta de la esquina su perro contrae el abdomen y nos deja un recuerdo imborrable a todos; eso sí, él mirará de un lado a otro porque hoy, precisamente hoy, no tiene bolsa para recoger la boñiga.

Somos muchos, somos iguales en derechos y diferentes en formas de pensar, pero tenemos algo en común: el espacio donde vivimos y si no adecentamos nuestro sentido de respeto a las normas, mal vamos.

Los tiempos avanzan que es una barbaridad -decían nuestros abuelos-; pues hoy deberíamos cambiar lo de barbaridad por monstruosidad, aberración, absurdo o quien sabe qué. Teniendo en cuenta los que somos y los que seremos, la diferencia entre ricos y pobres, lo enfadados que están unos y otros y que –digan lo que digan- sigo pensando que EN EL MUNDO HAY MALOS DE VERDAD, o los poderes públicos  -es decir, esos que elegimos por que son más guapos y hablan mejor- empiezan a ejercer de una vez o… “a tomar por saco”

Se imaginan un planeta poblado de catorce mil millones de enfermos mentales especializados exclusivamente en sobrevivir…

Delirante.


                                               Carta a los colocotrocos.   25-12-2008

4 comentarios:

  1. no se si tendrás razon, pero a mi me da la sensación de que todo el mundo me la pega.

    Mayka

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    1. No tengo el gusto: Esa sensación a la que aludes, es generalizada, nada más tienes que ver lo que pasa en la cola del banco cuando alguien se cuela. La gente salta como si le hubieran amputado una pierna; y es que estamos de los nervios.
      Agradecido por leerme.

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  2. En mi niñez, allá por el jurásico, hicieron una campaña en la T.V. para enseñar Educación Cívica. Eran anuncios de unos dibujos animados en blanco y negro, por supuesto, dirigidos a una plebe -¿qué consideraban entonces embrutecida?- que empezaba a salir en todos los aspectos del blanco y negro, como la misma publicidad. Debieron cumplir su función y los recuerdo hasta con añoranza, fíjate.

    La pela pa Celtas

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    1. Hola, La pela pa Celtas: Este mundo en el que vivimos es tan competitivo, tan poco solidario, que se nos va la vida en poner palitos en las ruedas a los demás en vez de engrasar las nuestras. El bestia, el cafre, el delincuente, pone trampas a todos, conocidos o no; pero el ciudadano de a pie, el tipo normal -al que yo me refiero-, los pone también; de manera más tímida, anónima, como avergonzado, pero también... y es que, aquí no se salva nadie.
      Un abrazo.

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