viernes, 14 de noviembre de 2014

Carta abierta a una rancia servidora pública.



Aborrecida funcionaria:

Hoy, día 14 de Noviembre, en el cruce entre las calles Espinar y Nuestra Sra. de Fátima, la avería del semáforo, requería de la actuación de la Policía Local
Quieran los más desagradecidos hados que formando parte de los agentes que para ello acudieron, estuvieras tú, y debes saber cuan desagradable me resultaste. Tu gesto de superioridad, tu pedantería, tu desabrida verborrea y tu nula capacidad profesional me llamaron la atención de forma desusada. Yo, que creía -en mi ufana experiencia- que los funcionarios policiales de hoy habían desterrado esa manera de actuar con la que, en otro tiempo, intentaban hacerte pasar por cucaracha, comprobé cuan equivocado estaba.
Menuda sensación de nausea me llevé de nuestro encuentro.
Decirte que no realizas adecuadamente tu trabajo; y que no sé si esto se debe a que el día que explicaron cómo dar el alto,  estabas de picnic, o que cuando tocaba la lección sobre cómo dirigirte a uno de esos ciudadanos que pagan tu sueldo, retozabas con tu novio en el Retiro, o que la asistencia a un concierto de Sabina, te impidió asimilar que las normas de convivencia las marca la Ley y no tú, pero lo que sí sé es que por una u otra razón, sería una suerte que estuvieras de adorno… por lo menos no harías daño.. Además recordarte que todos esos adminículos que llevas a la cintura y que –dicho sea de paso- casi no puedes mover, están para ayudarte a que esa ciudadanía a la que te debes se sienta segura, y no para intimidarla. Así que, si has reñido con tu madre, el niño no te come o ya no te quedan moscosos con los que irte unos días a Benidorm, son problemas tuyos que, como todo hijo de vecino, te tienes que tragar sin que tu labor profesional se vea enfangada por ello.
Es una puñetera maldición soportar funcionarios como tú, entre otras cosas porque enmierdas la labor de otros muchos que sí hacen lo que deben y de buenas maneras…


He dicho.

Luis F. de Castro