martes, 31 de diciembre de 2013

Para habernos matado

     Hoy, día 31 de diciembre de 2013, se acaba uno de esos años en los que salir indemnes es de afortunados. Yo, no solo acabé como tal, sino que crecí en varios sentidos; en el económico: los bancos me aprecian más a cada segundo que pasa, en el físico/morfológico: peso unos kilos más que hace un año, en el intelectual: mi desmemoria es más intensa por momentos, en el sentimental: cada día quiero más a mi reina-consorte y en el familiar: he sido abuelo por primera vez... ¡Se puede pedir más!
     De Perogrullo es decir que sí, que todos queremos más, aunque en determinadas circunstancias, atreverse a trocar lo poco obtenido por lo mucho prometido, se atisba como arriesgado. En estos tiempos de incertidumbre, donde nada se tiene en pie el tiempo suficiente como para verlo con claridad, no está demás ser humilde, alejar la pretenciosidad del derroche para dejar hueco a idearios más racionales.
     Con este escueta y resumida pretensión, os felicito lo por llegar y os deseo lo mejor.

                                                                          Luis F. de Castro.

                                                                 


El motorista y el caramelo

Os traslado, súbditos de pro, el anecdótico suceso ocurrido tiempo ha a este que se os dirige. Corría el lejano año de 2008 y mi persona deambulaba provisionalmente por la clase obrera. 



Hoy, día del señor trece de noviembre de 2008, cuando mis humildes huesos circulaban por la M-513 a bordo de la “fregoneta” que tengo el gusto de conducir, me adelantó una motocicleta de gran cilindrada a tremenda velocidad. La zona de la carretera por la que circulábamos es muy curvada y, por supuesto, el adelantamiento, esta prohibido. Del susto, me trague el caramelo que llevaba rato paladeando –Era de café con leche y le estaba dando coba desde hacía rato- Del atraganto, no me salí de la carretera de milagro mariano. El caso es que el motorista pasó rozándonos a mí y al vehículo que venía de frente y de verdadero azar fue que nos libráramos el uno, el otro y el interfecto de un accidente seguro.
Quiera Dios que pasado un kilómetro hay una rotonda y que en esta, una patrulla de la Guardia Civil ejercía labores de control sobre la profusa afluencia de vehículos. Al llegar a ella, compruebo que justo delante mía se encuentra detenido el locuelo motorizado. Lejos de mi intención buscar gresca o pendencia, pero más llevado por un mínimo desahogo que por cualquier otra cuestión, le dirijo una ráfaga desde mi posición. Atino a vislumbrar como el presuroso me dirige una fugaz mirada a través del retrovisor y la callada por respuesta.
Aquí doy por terminado el incidente con un final que califico de feliz y buscando en la guantera, encuentro otro caramelo que, presuroso, paso a degustar con fruición. Cuando llegamos a la altura del Agente de la Benemérita, este nos da paso, a lo que el motociclista y yo mismo accedemos de manera tranquila y pausada. Una vez sobrepasada la rotonda y fuera de la vista y oído de la Fuerza Armada, el susodicho individuo, retiene su vehículo hasta casi detenerse, y levantando una de sus manos al aire me regala una preciosa y contundente peineta –Léase: Puño cerrado con el dedo corazón estirado apuntando al cielo-  Acto seguido se aleja como alma que lleva el diablo pero, como no podía ser de otra forma, haciendo un caballito – Me vuelvo a tragar el caramelo-.

Al llegar a casa me entero de que el fin de semana pasado hubo 11 motoristas muertos en la carretera. Me alegraría saber que el de la peineta no fuera uno de ellos.

                                                                           Luis F. de Castro

sábado, 28 de diciembre de 2013

Y sin embargo funcionamos...

     Es mi intención poner en vuestro conocimiento que, a pesar de mi naturaleza real, de mi linaje antiguo y de mi elevada posición, tengo amigos. Uno de ellos se llama Antonio Vadillo, y además de  inquisidor de barra y pensionista recalcitrante, es uno de esos filósofos que tiene a bien guiarme en el diario devenir. Hoy me manda esta carta que reproduzco para vuestro análisis y solaz disfrute.


  Y a pesar de ellos, funcionamos.
... es verdad, y a pesar de ellos funcionamos.
Subidas de impuestos, retenciones de pagas, bajadas de salarios, el 25 % de la población en paro.
... es verdad, y a pesar de ellos, funcionamos.
Privatizan la sanidad pública, nos meten de nuevo el catecismo por los ojos; y ojo, yo he sido bendecido por el hermano gemelo de Paco Claver, y que decir de la educación, los servicios, etc.
... es verdad, y a pesar de ellos, funcionamos.
Vivimos por encima de nuestras posibilidades, yo vivo en un segundo piso al igual que mi hermana, mi hermano en un primero, pero de momento su piso es del banco, como vive por encima de sus posibilidades, y como nosotros múltiples de amigos y conocidos que a su vez tienen amigos y conocidos en iguales circunstancias.
... es verdad, y a pesar de ellos, funcionamos.

martes, 24 de diciembre de 2013

Sobre el ánimo y el desánimo.



         Hoy, con ser el día que comparte la Nochebuena con mañana, no deja de ser otra jornada más. Ocurra lo que ocurra, pase lo que pase, un día tras otro, nuestros aconteceres sólo son parte de una dinámica universal de la que, queramos o no, formamos parte. El mundo gira, las cosas caen, la vida nace y muere a un tiempo, pero sólo nosotros, los que conformamos este nutrido grupo de aldeanos, somos depositarios de un gran tesoro: los sentimientos. Carne pensante y doliente para unos, monótona y fugaz para otros, pero viva y libre al fin; porque en nuestra mano está la elección; hacer de la pena, alegría, del tedio, pasión, y de la muerte, horizonte. Sentir el tiempo pasar sobre nosotros y sentirlo como si de una suave brisa se tratase que trayéndose viandas, se llevase al olvido lo doloroso del pasado.
       Hace unos días murió Arturo, hoy Antonio; ambos eran esposos, padres y abuelos, y ambos de la misma amplia y, para mí, querida familia. Los dos sufrieron más de lo que debían, pero se fueron con la tranquila parsimonia del que nada deja que temer a su espalda; ambos dejaron su amable y bondadosa impronta en todo lo que alguna vez los rodeó. Hoy quedan dos casillas vacías en el registro de la buena gente que ha sido, dos casillas que volverán a ocuparse, como siempre ha ocurrido y seguirá ocurriendo; pero que en su familia y en aquellos que los conocimos dejarán la remembranza de dos personas que dejaron mucho más de lo que se han llevado.
      Si por un momento supiéramos como enlazar, si hubiera alguna forma de intercambiar y compartir sentimientos y sensaciones sin contaminarlos con la distancia y el egoísmo, me gustaría que fuera este. Abrir la espita y dejar pasar la pena de la despedida y la alegría del renacimiento, elevar nuestro espíritu sobre el miedo y el desánimo cubriéndolos con un manto de expectante bienvenida.
        … Porque, como decía la canción, hoy puede ser un gran día; el día en el que Arturo y Antonio caminan juntos contándose chistes y fumándose ese cigarrillo que ya no podrá hacerles daño; lo hacen por el prado donde la hierba nunca se agosta y el aire siempre es fresco, donde el dolor no existe y no hace frío; sonríen satisfechos porque saben del amor y la bondad que dejan tras sí.
     
A la memoria de dos grandes tipos: Antonio y Arturo.



Luis F. de Castro.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Lo que vemos en los demás y por ende, en nosotros mismos

            



           Qué eres, sino lo mismo que el otro pero colocado de diferente forma. ¿Tienes algún derecho sobre alguien?, ¿algún poder?; o no eres más que un corpúsculo infinitesimal colocado al lado de otro corpúsculo infinitesimal que espera angustiado que pase algo. Lo deprimente es que cuando acontece cualquier cosa, tu intervención es inane, inútil, intrascendente poco más allá de un tiro de piedra, y a los que afecte, serán igual de insignificantes que tú. Somos fútiles masas pensantes con delirios de grandeza.

            Enfrascados como estamos en adorar las veleidades de la pelusa de nuestro ombligo, se nos olvida que todos tenemos ombligo. Somos miles de millones de ombligos y miles de millones de pelusas exactamente igual de asquerosas y aburridas y que sólo aquel que; -¡Oh sorpresa!- se da cuenta de que tiene dedos que la sostienen, se sale del hatillo, reventándole el conjuro al malhadado brujo que nos tiene encantados. Tanto tiempo evolucionando, puliendo las conexiones neuronales, elaborando un pensamiento superior, para que ese raciocinio sublime y  desarrollado se termine esmerando más en la maldad, el orgullo, la envidia, la ira, la inmodestia, el derroche, la deslealtad, el desamor que en todo lo contrario. Sí; y no son los otros, eres tú, soy yo. El malencarado del semáforo, en funcionario cabrón, el fontanero estafador, el violador, el ocupa, el asesino, el político corrupto, todos somos tú y yo. Y todos aquellos que los sufren sin quejarse, sin alzar siquiera un brazo y que luego crean una atmósfera irrespirable con sus comentarios y actitudes en voz baja. Que también somos tú y yo.

 Cierras la puerta de tu casa con tres vueltas de llave, contratas un seguro que te asegure contra incumplimiento de seguros, te inquietas cuando ves a los guardias, te recoges cuando anochece…Hemos hecho de la vida humana un enorme u cambiante código penal del que no te puedes fiar. Nuestras manos ya no son blancas. La humanidad hipercomunicada, supralegislada, donde los gatos tienen millones de pies, no es viable. Tarde o temprano alguien o algo nos llamará a capítulo y nos dirá a la cara que somos FEOS, TONTOS y MUY POCA COSA y que a lo más que llegaremos es a destruir una parte de la corteza de una motita de un puntito que brilla -y brilla poco- en una galaxia que brilla -y brilla poco- en un rincón olvidado del Universo. 
 
            ¡Ah!, y no les digas a otros lo que crees que son porque te estás insultando a ti mismo.   



                                                       Luis F. de Castro.