Hoy,
día del señor trece de noviembre de 2008, cuando mis humildes huesos circulaban
por la M-513 a bordo de la “fregoneta” que tengo el gusto de conducir, me adelantó
una motocicleta de gran cilindrada a tremenda velocidad. La zona de la
carretera por la que circulábamos es muy curvada y, por supuesto, el
adelantamiento, esta prohibido. Del susto, me trague el caramelo que llevaba
rato paladeando –Era de café con leche y le estaba dando coba desde hacía rato-
Del atraganto, no me salí de la carretera de milagro mariano. El caso es que el
motorista pasó rozándonos a mí y al vehículo que venía de frente y de verdadero
azar fue que nos libráramos el uno, el otro y el interfecto de un accidente
seguro.
Quiera
Dios que pasado un kilómetro hay una rotonda y que en esta, una patrulla de la
Guardia Civil ejercía labores de control sobre la profusa afluencia de
vehículos. Al llegar a ella, compruebo que justo delante mía se encuentra
detenido el locuelo motorizado. Lejos de mi intención buscar gresca o
pendencia, pero más llevado por un mínimo desahogo que por cualquier otra
cuestión, le dirijo una ráfaga desde mi posición. Atino a vislumbrar como el
presuroso me dirige una fugaz mirada a través del retrovisor y la callada por
respuesta.
Aquí
doy por terminado el incidente con un final que califico de feliz y buscando en
la guantera, encuentro otro caramelo que, presuroso, paso a degustar con
fruición. Cuando llegamos a la altura del Agente de la Benemérita, este nos da
paso, a lo que el motociclista y yo mismo accedemos de manera tranquila y
pausada. Una vez sobrepasada la rotonda y fuera de la vista y oído de la Fuerza
Armada, el susodicho individuo, retiene su vehículo hasta casi detenerse, y
levantando una de sus manos al aire me regala una preciosa y contundente
peineta –Léase: Puño cerrado con el dedo corazón estirado apuntando al cielo- Acto seguido se aleja como alma que lleva el
diablo pero, como no podía ser de otra forma, haciendo un caballito – Me vuelvo
a tragar el caramelo-.
Al
llegar a casa me entero de que el fin de semana pasado hubo 11 motoristas
muertos en la carretera. Me alegraría saber que el de la peineta no fuera uno
de ellos.
Luis F. de Castro
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