domingo, 15 de diciembre de 2013

Lo que vemos en los demás y por ende, en nosotros mismos

            



           Qué eres, sino lo mismo que el otro pero colocado de diferente forma. ¿Tienes algún derecho sobre alguien?, ¿algún poder?; o no eres más que un corpúsculo infinitesimal colocado al lado de otro corpúsculo infinitesimal que espera angustiado que pase algo. Lo deprimente es que cuando acontece cualquier cosa, tu intervención es inane, inútil, intrascendente poco más allá de un tiro de piedra, y a los que afecte, serán igual de insignificantes que tú. Somos fútiles masas pensantes con delirios de grandeza.

            Enfrascados como estamos en adorar las veleidades de la pelusa de nuestro ombligo, se nos olvida que todos tenemos ombligo. Somos miles de millones de ombligos y miles de millones de pelusas exactamente igual de asquerosas y aburridas y que sólo aquel que; -¡Oh sorpresa!- se da cuenta de que tiene dedos que la sostienen, se sale del hatillo, reventándole el conjuro al malhadado brujo que nos tiene encantados. Tanto tiempo evolucionando, puliendo las conexiones neuronales, elaborando un pensamiento superior, para que ese raciocinio sublime y  desarrollado se termine esmerando más en la maldad, el orgullo, la envidia, la ira, la inmodestia, el derroche, la deslealtad, el desamor que en todo lo contrario. Sí; y no son los otros, eres tú, soy yo. El malencarado del semáforo, en funcionario cabrón, el fontanero estafador, el violador, el ocupa, el asesino, el político corrupto, todos somos tú y yo. Y todos aquellos que los sufren sin quejarse, sin alzar siquiera un brazo y que luego crean una atmósfera irrespirable con sus comentarios y actitudes en voz baja. Que también somos tú y yo.

 Cierras la puerta de tu casa con tres vueltas de llave, contratas un seguro que te asegure contra incumplimiento de seguros, te inquietas cuando ves a los guardias, te recoges cuando anochece…Hemos hecho de la vida humana un enorme u cambiante código penal del que no te puedes fiar. Nuestras manos ya no son blancas. La humanidad hipercomunicada, supralegislada, donde los gatos tienen millones de pies, no es viable. Tarde o temprano alguien o algo nos llamará a capítulo y nos dirá a la cara que somos FEOS, TONTOS y MUY POCA COSA y que a lo más que llegaremos es a destruir una parte de la corteza de una motita de un puntito que brilla -y brilla poco- en una galaxia que brilla -y brilla poco- en un rincón olvidado del Universo. 
 
            ¡Ah!, y no les digas a otros lo que crees que son porque te estás insultando a ti mismo.   



                                                       Luis F. de Castro.

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