martes, 31 de diciembre de 2013

Para habernos matado

     Hoy, día 31 de diciembre de 2013, se acaba uno de esos años en los que salir indemnes es de afortunados. Yo, no solo acabé como tal, sino que crecí en varios sentidos; en el económico: los bancos me aprecian más a cada segundo que pasa, en el físico/morfológico: peso unos kilos más que hace un año, en el intelectual: mi desmemoria es más intensa por momentos, en el sentimental: cada día quiero más a mi reina-consorte y en el familiar: he sido abuelo por primera vez... ¡Se puede pedir más!
     De Perogrullo es decir que sí, que todos queremos más, aunque en determinadas circunstancias, atreverse a trocar lo poco obtenido por lo mucho prometido, se atisba como arriesgado. En estos tiempos de incertidumbre, donde nada se tiene en pie el tiempo suficiente como para verlo con claridad, no está demás ser humilde, alejar la pretenciosidad del derroche para dejar hueco a idearios más racionales.
     Con este escueta y resumida pretensión, os felicito lo por llegar y os deseo lo mejor.

                                                                          Luis F. de Castro.

                                                                 


El motorista y el caramelo

Os traslado, súbditos de pro, el anecdótico suceso ocurrido tiempo ha a este que se os dirige. Corría el lejano año de 2008 y mi persona deambulaba provisionalmente por la clase obrera. 



Hoy, día del señor trece de noviembre de 2008, cuando mis humildes huesos circulaban por la M-513 a bordo de la “fregoneta” que tengo el gusto de conducir, me adelantó una motocicleta de gran cilindrada a tremenda velocidad. La zona de la carretera por la que circulábamos es muy curvada y, por supuesto, el adelantamiento, esta prohibido. Del susto, me trague el caramelo que llevaba rato paladeando –Era de café con leche y le estaba dando coba desde hacía rato- Del atraganto, no me salí de la carretera de milagro mariano. El caso es que el motorista pasó rozándonos a mí y al vehículo que venía de frente y de verdadero azar fue que nos libráramos el uno, el otro y el interfecto de un accidente seguro.
Quiera Dios que pasado un kilómetro hay una rotonda y que en esta, una patrulla de la Guardia Civil ejercía labores de control sobre la profusa afluencia de vehículos. Al llegar a ella, compruebo que justo delante mía se encuentra detenido el locuelo motorizado. Lejos de mi intención buscar gresca o pendencia, pero más llevado por un mínimo desahogo que por cualquier otra cuestión, le dirijo una ráfaga desde mi posición. Atino a vislumbrar como el presuroso me dirige una fugaz mirada a través del retrovisor y la callada por respuesta.
Aquí doy por terminado el incidente con un final que califico de feliz y buscando en la guantera, encuentro otro caramelo que, presuroso, paso a degustar con fruición. Cuando llegamos a la altura del Agente de la Benemérita, este nos da paso, a lo que el motociclista y yo mismo accedemos de manera tranquila y pausada. Una vez sobrepasada la rotonda y fuera de la vista y oído de la Fuerza Armada, el susodicho individuo, retiene su vehículo hasta casi detenerse, y levantando una de sus manos al aire me regala una preciosa y contundente peineta –Léase: Puño cerrado con el dedo corazón estirado apuntando al cielo-  Acto seguido se aleja como alma que lleva el diablo pero, como no podía ser de otra forma, haciendo un caballito – Me vuelvo a tragar el caramelo-.

Al llegar a casa me entero de que el fin de semana pasado hubo 11 motoristas muertos en la carretera. Me alegraría saber que el de la peineta no fuera uno de ellos.

                                                                           Luis F. de Castro

sábado, 28 de diciembre de 2013

Y sin embargo funcionamos...

     Es mi intención poner en vuestro conocimiento que, a pesar de mi naturaleza real, de mi linaje antiguo y de mi elevada posición, tengo amigos. Uno de ellos se llama Antonio Vadillo, y además de  inquisidor de barra y pensionista recalcitrante, es uno de esos filósofos que tiene a bien guiarme en el diario devenir. Hoy me manda esta carta que reproduzco para vuestro análisis y solaz disfrute.


  Y a pesar de ellos, funcionamos.
... es verdad, y a pesar de ellos funcionamos.
Subidas de impuestos, retenciones de pagas, bajadas de salarios, el 25 % de la población en paro.
... es verdad, y a pesar de ellos, funcionamos.
Privatizan la sanidad pública, nos meten de nuevo el catecismo por los ojos; y ojo, yo he sido bendecido por el hermano gemelo de Paco Claver, y que decir de la educación, los servicios, etc.
... es verdad, y a pesar de ellos, funcionamos.
Vivimos por encima de nuestras posibilidades, yo vivo en un segundo piso al igual que mi hermana, mi hermano en un primero, pero de momento su piso es del banco, como vive por encima de sus posibilidades, y como nosotros múltiples de amigos y conocidos que a su vez tienen amigos y conocidos en iguales circunstancias.
... es verdad, y a pesar de ellos, funcionamos.

martes, 24 de diciembre de 2013

Sobre el ánimo y el desánimo.



         Hoy, con ser el día que comparte la Nochebuena con mañana, no deja de ser otra jornada más. Ocurra lo que ocurra, pase lo que pase, un día tras otro, nuestros aconteceres sólo son parte de una dinámica universal de la que, queramos o no, formamos parte. El mundo gira, las cosas caen, la vida nace y muere a un tiempo, pero sólo nosotros, los que conformamos este nutrido grupo de aldeanos, somos depositarios de un gran tesoro: los sentimientos. Carne pensante y doliente para unos, monótona y fugaz para otros, pero viva y libre al fin; porque en nuestra mano está la elección; hacer de la pena, alegría, del tedio, pasión, y de la muerte, horizonte. Sentir el tiempo pasar sobre nosotros y sentirlo como si de una suave brisa se tratase que trayéndose viandas, se llevase al olvido lo doloroso del pasado.
       Hace unos días murió Arturo, hoy Antonio; ambos eran esposos, padres y abuelos, y ambos de la misma amplia y, para mí, querida familia. Los dos sufrieron más de lo que debían, pero se fueron con la tranquila parsimonia del que nada deja que temer a su espalda; ambos dejaron su amable y bondadosa impronta en todo lo que alguna vez los rodeó. Hoy quedan dos casillas vacías en el registro de la buena gente que ha sido, dos casillas que volverán a ocuparse, como siempre ha ocurrido y seguirá ocurriendo; pero que en su familia y en aquellos que los conocimos dejarán la remembranza de dos personas que dejaron mucho más de lo que se han llevado.
      Si por un momento supiéramos como enlazar, si hubiera alguna forma de intercambiar y compartir sentimientos y sensaciones sin contaminarlos con la distancia y el egoísmo, me gustaría que fuera este. Abrir la espita y dejar pasar la pena de la despedida y la alegría del renacimiento, elevar nuestro espíritu sobre el miedo y el desánimo cubriéndolos con un manto de expectante bienvenida.
        … Porque, como decía la canción, hoy puede ser un gran día; el día en el que Arturo y Antonio caminan juntos contándose chistes y fumándose ese cigarrillo que ya no podrá hacerles daño; lo hacen por el prado donde la hierba nunca se agosta y el aire siempre es fresco, donde el dolor no existe y no hace frío; sonríen satisfechos porque saben del amor y la bondad que dejan tras sí.
     
A la memoria de dos grandes tipos: Antonio y Arturo.



Luis F. de Castro.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Lo que vemos en los demás y por ende, en nosotros mismos

            



           Qué eres, sino lo mismo que el otro pero colocado de diferente forma. ¿Tienes algún derecho sobre alguien?, ¿algún poder?; o no eres más que un corpúsculo infinitesimal colocado al lado de otro corpúsculo infinitesimal que espera angustiado que pase algo. Lo deprimente es que cuando acontece cualquier cosa, tu intervención es inane, inútil, intrascendente poco más allá de un tiro de piedra, y a los que afecte, serán igual de insignificantes que tú. Somos fútiles masas pensantes con delirios de grandeza.

            Enfrascados como estamos en adorar las veleidades de la pelusa de nuestro ombligo, se nos olvida que todos tenemos ombligo. Somos miles de millones de ombligos y miles de millones de pelusas exactamente igual de asquerosas y aburridas y que sólo aquel que; -¡Oh sorpresa!- se da cuenta de que tiene dedos que la sostienen, se sale del hatillo, reventándole el conjuro al malhadado brujo que nos tiene encantados. Tanto tiempo evolucionando, puliendo las conexiones neuronales, elaborando un pensamiento superior, para que ese raciocinio sublime y  desarrollado se termine esmerando más en la maldad, el orgullo, la envidia, la ira, la inmodestia, el derroche, la deslealtad, el desamor que en todo lo contrario. Sí; y no son los otros, eres tú, soy yo. El malencarado del semáforo, en funcionario cabrón, el fontanero estafador, el violador, el ocupa, el asesino, el político corrupto, todos somos tú y yo. Y todos aquellos que los sufren sin quejarse, sin alzar siquiera un brazo y que luego crean una atmósfera irrespirable con sus comentarios y actitudes en voz baja. Que también somos tú y yo.

 Cierras la puerta de tu casa con tres vueltas de llave, contratas un seguro que te asegure contra incumplimiento de seguros, te inquietas cuando ves a los guardias, te recoges cuando anochece…Hemos hecho de la vida humana un enorme u cambiante código penal del que no te puedes fiar. Nuestras manos ya no son blancas. La humanidad hipercomunicada, supralegislada, donde los gatos tienen millones de pies, no es viable. Tarde o temprano alguien o algo nos llamará a capítulo y nos dirá a la cara que somos FEOS, TONTOS y MUY POCA COSA y que a lo más que llegaremos es a destruir una parte de la corteza de una motita de un puntito que brilla -y brilla poco- en una galaxia que brilla -y brilla poco- en un rincón olvidado del Universo. 
 
            ¡Ah!, y no les digas a otros lo que crees que son porque te estás insultando a ti mismo.   



                                                       Luis F. de Castro.

domingo, 17 de noviembre de 2013

El sufragio digestivo

Queridos súbditos: Que tristeza siento al leer estas cartas que me llegan del país vecino. Mi conciencia hierve al contrastar las penas y cuitas que me exponen, con la felicidad que se enseñorea aquí, en Colocotroco. ¿Como se podrá vivir así? Es  obligación solidaria con mi querido pueblo, exponer estas cartas para que se tomen en cuenta y la experiencia ajena se admita como fuente en la búsqueda de nuestra felicidad.


Viñeta de ETC noticias


Hoy, retenido en el diario atasco de la M-40 he caído en cuenta de cierto anuncio radiofónico en el que una conocida empresa, entre coros y fanfarrias, nos anuncia que la responsable de nuestro nivel de vida y progreso es la energía y que ella misma, como “humilde” productora y vendedora de la misma, se merece nuestro más sincero aplauso. El anuncio era como de mitin post-desastre. Como si se tratara de uno de esos discursos de película americana cuando el líder se dirige al pueblo para levantarles la moral después de que un meteorito haya destruido todo el medio-oeste; de esos que a medida que transcurre la soflama se te va inflando el pecho y cuando acaba, o expulsas el aire, o explotas. Una pena, vamos…  El caso es que, bien mirado, quemamos lo que no arde, ensuciamos sobre lo sucio, pavimentamos todo lo que haya que pavimentar, matamos hasta lo que no tiene vida y derrochamos  lo que nunca fue nuestro y sin embargo, estas realidades se nos presentan como delicadezas dignas de zares, como zapatos hechos a medida. Esta atmósfera hipnotizante se extiende a todos los recovecos de la sociedad; no puedes escapar de ella, te rodea, te envuelve y te inunda. No encontramos la ventana por la que sacar la cabeza y respirar. Que esa miríada de elegidos, tan inteligentes ellos, tan sagaces, tan bien pagados no tengan otra manera de convencernos, no tiene disculpa ni descargo. Que estos prebostes tengan que endulzar sus nimias conquistas arrastrando siempre las del contrincante,  ¿No huele a podrido?
Ya no creo en casi nada ni en casi nadie…
            Decía mi abuela “To esos sermones pa mis cojones”… y decía bien. Cuando perciba sentido común, bondad, lealtad y rigor en los ojos de esos que dicen querer lo mejor para “el ciudadano”; cuando compruebe como se indigestan al montar en 400.000 euros de coche pagados por el contribuyente, cuando mis glándulas excreten correctamente tras una de esas “ejemplares actuaciones ajustadas a derecho”, cambiaré de actitud; bien entendido que me consta que ese cambio, a ellos, les trae absolutamente al fresco.
            Sé que meter a todos en el mismo frasco no es lo correcto, pero a la hora de repartir papeles en esta sociedad, a mí no se me asignó el de impartir justicia, sino el de pagar impuestos y cumplir leyes, así es que es lo que hago… y si no estoy de acuerdo, fíjate tú que no saco el Kalasnikoff y me lío a repartir plomo… ¿A que no?
Sólo del regusto, del tufillo, de esa sensación residual que, proveniente del fondo de estómago, alcanza las papilas gustativas, puedo fiarme… Esas sí que son fiables y, a la postre, son las que conducirán mis manos a la papeleta que después dará de comer opíparamente a quienes dirigen mi destino.
Ni los políticos, ni la prensa, ni la justicia, ni la religión conseguirán convencerme de otra cosa que no sea que esta democracia en la que nos movemos, no se basa en el responsable y meditado sufragio popular, sino en el sufragio digestivo.

                                                                          Luis F. de Castro

viernes, 15 de noviembre de 2013

Notas sobre un futuro perdido

Estimados colocotrocos: Como si de un goteo impenitente se tratara, me llegan sin pedirlas, notas, escritos y misivas que no hacen más que inquietar mi tranquilo deambular por este mundo. Muchas de ellas vienen de nuestro vecino y malhadado país. Como quiera que no tengo mano para solucionar nada de lo que implícitamente se me pide, limítome a haceros participes de ello. 



Tengo entendido que gran parte de lo que somos se forja a muy tempranas edades y que las puntillas del sayón, los detalles, aquellas pequeñas cosas que afinan nuestra personalidad se van adquiriendo poco a poco; como a ratos muertos, casi sin quererlo. Pues bien: estoy preocupado e intrigado a un tiempo. Me ilusionaría saber si mi manera de ser y de pensar se sustenta en valores ecuánimes y equilibrados, y si estos me servirán bien a la hora de escoger el camino de la felicidad o me despeñaré a la vuelta de la esquina. Resulta inquietante estar equivocado y que por soberbia o desconocimiento, se nos escape la posibilidades de reconducir la situación.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El mayordomo. Quiero y no puedo

   

     El mayordomo continúa con ese rosario de películas que cuentan parte de la historia contemporánea americana desde el punto de vista de alguien "especial"; en este caso uno de los mayordomos negros de la Casa Blanca.
     Gran presupuesto, fenomenales técnicos, actores de primera fila y un mediocre guión que no consigue contar lo que quiere, que deja cabos sueltos por doquier y que no termina de hacer un todo razonable con tanto retal. Lee Daniels no consigue apartarse de la estela de Forres Gump y quiera o no, queda oculto por la alargada sombra de aquella.
                         
                                           Luis F. de Castro

lunes, 11 de noviembre de 2013

La huída 3



Analizando, concluí que la situación de trágica transformose en cómica. Mi caída del árbol había sido al tiempo arma y accidente. Todavía escuchaba en lontananza los quejicosos sonidos del monstruo a alejarse, cuando recalé en que el amanecer  tomaba posesión del lugar y mi necesidad de volver a casa se me planteó como acuciante. La espalda me dolía, pero pensar que la del huido estaría destrozada,  aliviaba mi conciencia sobremanera, así es que, con los renovados bríos del vencedor, me dispuse a ello.
Intentaba no pringarme demasiado con el barro que se ocultaba bajo la hierba y mientras ocupaba toda mi atención en ello, observé como, a lo lejos, el bicho se había recuperado y aparecía tras una loma corriendo desmelenado. Evidentemente rehecho, volvía a la carga contra mi persona. De golpe se hundieron moral de victoria y posibilidades de futuro… ¡Muerto soy! –pensé- y caído en una desazón repentina, dejé que mis pies se hundieran, me agaché en cuclillas y, pasándome los brazos alrededor de la cabeza, deje que el mundo hiciera de mí su real gana.
No pasó mucho tiempo desde mi decisión hasta el desenlace, ya que, no bien me había hecho del todo a la idea de que mi fin era cosa de poco, cuando noté un intenso cosquilleo en la oreja. Alzando el rostro, comprobé como la lengua del demonio intentaba minar mi temor y atraerme hacia sí. Desconfiado, busqué su mirada amarilla. El principio y el fin de aquella incomprensible actitud debían estar allí. Toda la furia pasada, todo ese odio contenido había desaparecido y como si hubiera perdido esa pesada carga durante la carrera, luchaba por deshacer las trabas que mi desconfianza le ponía, lamiéndome la mejilla..
-¡Joder, que arisco eres! – De un recio empujón, Pepa me apartó de su vera. Me sorprendí con las sabanas firmemente sujetas con ambas manos manteniéndolas justo por debajo de los ojos; unos ojos abiertos al límite de lo posible y que pedían explicaciones sobre lo ocurrido. – ¡Es la última vez que tomo la iniciativa! – A la vista de la situación, con Pepa cubriendo su desnudez entre aspavientos y soltando sapos por la boca, no quedó otra: había metido la pata; sin intención, pero la había metido.


                        Luis F.de Castro

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La huída 2


Dos horas se cumplían - más o menos-, desde que me encaramé al olmo huyendo de la bestia. Las manos me dolían, al igual que las desolladas rodillas. Las nalgas sobre las que me apoyaba habían perdido cualquier atisbo de sensibilidad. Allá abajo, se adivinaban más que verse, los ojos del demonio; esos ojos a los que la intensa oscuridad no parecían distraer de su objetivo: yo. La noche lo arropaba todo desde hacía tiempo, y en su negrura, intenté hacerme fuerte con un latigazo de rebeldía.  Como quien cree ser el “no-va-más” de la revolución meé desde las alturas y meé apuntando al negro  bulto con la vana intención de humillarlo, de someter esa sólida y persistente idea que llenaba su cabeza. No podía consentir que me merendase todo entero… y algo tuvo que llegarle porque la brisa me devolvió, además de su suave susurro, el sonido de una rabia contenida y no muy distante.  Tras unos minutos de inclementes gruñidos y desabridos  aspavientos, la opaca escena se fue calmando hasta el silencio total y,  a pesar de ello, nunca cruzó mi cabeza la idea de bajar de mi otero; al menos hasta tener las cosas claras y como la noche tornaba a fresca y la espera a tedio, decidí acomodarme en lo posible y echar un sueño que presumía ser tan necesario como liviano. Las ramas no eran precisamente un tálamo de lujo, pero no tardé mucho en encontrar postura, y así, con la esperanza de que eso que me esperaba abajo  desgastara su odio con el relente, hice esfuerzos por olvidarme de ello… de momento.
Algún pesimista dijo una vez que aquello que puede empeorar, empeorará y, aunque no soy de esa opinión, algo de razón debía tener el susodicho por que a la hora de despertarme, no lo hice al uso; sino de golpe y con gran susto. De hecho, lo hice en el aire, justo antes de caer de espaldas sobre la bestia. Todos sabemos que nada hay más egoísta que un ser doliente, si acaso otro ser más doliente y en ese momento, pienso que el más egoísta de los dos era el monstruo que, a la vista de cómo corría y aullaba, en el sorpresivo encuentro tuvo todas las de perder. Mientras corría despavorido, miraba hacia atrás intentando buscar explicación a tamaño y doloroso desasosiego y mientras, se alejaba más y más intentando que el dolor del golpe no le alcanzase.


                        Luis F.de Castro

lunes, 4 de noviembre de 2013

Insidius 2. El cine de la fila de los mancos.


Mala, mala, pero mala de verdad.
El señor Wan se ha aprendido aquello de susto o muerte y de tanto meter lo primero, casi consigue lo segundo. Es una sucesión de ¡¡¡huuu's!!! que cansa, que estomaga. No hay historia, no hay interpretación, no hay técnica, solo oscura y perversa mediocridad. Es acabar la película y darte cuenta de que has perdido el tiempo ignominiosamente. El guión no consigue en ningún momento crear una trama, siquiera una mínima historia que sujete al menos sibarita de los espectadores a la silla; conclusión: el cine se convierte en una sucesión de risitas y conversaciones que no hacen más que acompañar el trepidar de las bolsas de ganchitos y al crujir de las patatas fritas al ser masticadas.
Si lo que queréis es pegaros el lote con vuestra pareja, comer escandalosamente, o ventosearos para ver que pasa: esta bien, pero pagar siete euros con setenta a cambio de ello, lo considero caro... ¿no os parece?; para eso hay otro sitios más aquilatados de precio.


Luis F. de Castro

La huída



Corriendo como un poseso, me subí al único árbol que había en el prado. A dos metros sobre el suelo, creime fuera de peligro, pero cuan equivocado estaba. Al mirar hacia abajo, mis ojos se centraron en los suyos que inyectados en sangre, gritaban a los cuatro vientos las ganas que tenía de echarme el guante y hacerme suyo. Daba saltos que le llevaban a poco centímetros de mis pies y a cada uno de ellos arañaba la resquebrajada corteza haciendo que multitud de trocitos le cayeran encima como si de una molesta ducha se tratase.
Me rozó un pie y sin pensarlo, mi cuerpo trepó algo más con la esperanza de acercarme a Dios y alejarme de la bestia.
Algunos segundos después y abrazado a una de las grandes ramas como si quisiera hacer el amor con ella, caí en que me había desollado las palmas de las manos y las rodillas contra la áspera corteza del chopo -con la excitación y la angustia del momento siquiera había sentido dolor-, pero ahora… ¡joder como escocía!
Una mirada más al motivo de mi situación y sus blancos y amenazantes colmillos  me hicieron llegar claramente que no tenía  ninguna intención de abandonar su empeño, por lo que algo dentro de mí, dispuso mi cuerpo a pasar mucho tiempo allí; incluso toda la noche; quizás mi mala suerte no fuera otra cosa que un acicate para hacerme reflexionar, una manera más de obligarme a analizar todo lo que hice mal el día que así acababa…

Luis F. de Castro

domingo, 3 de noviembre de 2013

La eterna desgracia de ser español o el porqué nadie nos quiere.

Estimadísimos colocotrocos: Como nuestro querido reino no tiene historia, no tiene de que arrepentirse, por lo que -consecuentemente- somos mucho mas estúpidos y felices. No nos pasa como a esos españoles vecinos nuestros que reniegan hasta de sus intestinos. Para muestra, un botón: Este escrito lo pone de manifiesto.
...pobres.




Capítulo primero y último

Leo en un diario de distribución nacional la crítica que Teresa Guerrero hace del último libro del antropólogo y explorador Kim MacQuarrie. El citado, titula su trabajo  “Los últimos días de los incas” y, según extraigo del artículo, pasa por ser un libro más en el que unos indígenas de elevada calificación moral, tecnológicamente desarrollados , culturalmente interesantes y que viven en comunión con una floreciente naturaleza, son diezmados por unos decadentes bellacos, por demás vagos y maleantes, de procedencia española y que, al igual que Hernán Cortés en el imperio azteca, Colón en el Caribe, Magallanes y Elcano en las islas del Pacífico, los tercios en Flandes y un largísimo etcétera, sólo pretendían proveerse del placer de dominar e inflar las bolsas con lo honrada y trabajosamente atesorado por sus víctimas.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Una cuestión de tiempo... ¡Jó, qué bonito!



    Imagínate que abres el diario de un tipo mediocre, con una vida mediocre y una familia mediocre; le  borras todo lo que pudiera ser malo o desagradable y le añades un puntazo tontorrón. Lo que queda lo salpicas con colonia barata,  lo rellenas de emoticonos sonrientes y corazoncitos, después mandas al perro que te traiga las zapatillas; sí, las de felpa, las calentitas y se eche a tu lado para que te lama los tobillos. Una vez así, lees apoltronado en el sillón de orejas, mientras tu madre pica cebolla a tu lado y escucha el consultorio de Elena Francis... y tu novia, de cuerpo liviano y acaramelada expresión, se acurruca bajo tu axila... ¡Pues eso!
     Y encima se tiran toda la película diciéndote como se hace para ser feliz.
     No penséis mal, pillines; que está muy bien. Este señor Curtis hace películas de libro; de esas en las que encontrar un fallo es difícil, y esta es de esas. Agradable, ligera y, aunque no lo parezca  por lo que acabo de escribir, poco pastelera. Además, te ríes, que según están los tiempos, no está de más.
     Si podéis, verla.

                                            Luis F. de Castro

jueves, 17 de octubre de 2013

La silla vacía

   
     Queridos súbditos: Hete aquí que una de mis "lideresas" -¡menudo palabro!-, requiriome para la redacción a vuelapluma de un sentimiento. El susodicho sentimiento versa sobre la inspiración provocada por una imagen fotográfica que ella proporcionó y que incluyo a continuación de este párrafo. Tamaña empresa convenciome y como uno es de naturaleza servicial y hacendosa, púsose manos a la obra. El resultado del desmán no es otro que el que os ofrezco. Espero que no os deprima en exceso.
     ¡Ah! la antescitada lideresa atiende a sus admiradores por el apelativo de 12:45 pm. Original: ¡a que sí!




                           La silla vacía.

    De fastos y boato, de derroche y desperdicio, de estafa y usura, de cretina necedad la atmósfera me rodea.
    Sumida en guerras donde siempre gana mi lobo estepario, no encuentro la superficie en este mar de fango; la línea a partir de la cual regalarme una bocanada de aire respirable.
    Las sienes me atormentan palpitando al son de la catástrofe; millones de puños oprimen un cerebro desquiciado siempre a punto de resquebrajarse en su infinita fragilidad. Es la ciega necesidad de terminar, dar fin una vez se acabó el plazo. No caben prórrogas, y sin embargo... poner fecha a la propia muerte despierta las ganas de vivir. Algún yo interno intenta alargar la medida del tiempo, hacer que el reloj se ralentice hasta detenerse, porque, sin querer, acabas de crear una meta de transgresión.
     Quieres, necesitas desobedecerte.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Gravity, un relajado y bello agobio.




Es Gravity una de esas películas que te obligan a desear descuartizar al memo de las palomitas o al pánfilo de la bolsa de cheetos. Tiene un “nosequé”, un “quéseyo” que llama a arrebato y que pasa por encima de su sencillo argumento como sin tocarlo.
Bellísimas imágenes -hipnótica alguna de ellas-, pasan una tras otra haciéndote recordar que aquellas cosas buenas que nos dejaron Kubrick, Scott y Oshima, entre otros, no son ni serán las últimas en proyectarse en las solitarias salas de cine. Alfonso Cuarón se lo tenía muy callado; quien iba a suponer que trabajos tan supeditados a un marketing salvaje como los anteriores desembocarían en una producción tan bella en lo estético y tan afinada en lo técnico.
Por otro lado, me gusta la interpretación de Sandra Bullock. Son escasas las veces que esta buena actriz destapa el tarro; quizás sea por no estar bien dirigida, un encasillamiento premeditado o debido a una mala selección de trabajos, pero cada vez que sale en pantalla, esperas el chiste fácil o el chascarrillo de turno, pero en esta... “va dado el que eso espere”.
Ciertamente el doblaje engaña y tiende a “ensuciar” el trabajo de los actores; pero en Gravity este extremo se agudiza en razón a que además del aporte gestual y la dicción, intervienen otros recursos adicionales: se interpreta con el sonido de la respiración, gritos y susurros, por lo que existe la posibilidad de que parte del mérito no le corresponda a ella, sino a su dobladora, y si es así: ¡hurra por ella!
No sé si esta película será de esas, pero me da el “tufillo” que pertenece al poco nutrido grupo de las que aguantan bien el paso del tiempo.
En conclusión: de cine.


Luis F. de Castro.

jueves, 10 de octubre de 2013

El deseo

    

     La noche rebosa de agobiante calor.
     Tras un ondeante velo de pereza, aparece mi ángel moreno; mi ángel de voluptuoso perfil, silencioso posar y desquiciante aroma. Su medida quietud incita la impaciencia del necesitado mientras esa salvaje melena me sopla al oído promesas de una pasión descontrolada.
     Tendido sobre las sábanas, desnudo, la veo aparecer iluminada por la pálida e indiscreta luz de la luna. Con inquietos ojos, observo como una gota de sudor emboca el vertiginoso camino entre sus pechos para desaparecer tras la cinturilla del slip. Va camino de recónditos paraísos que ahora se me antojan cercanos, calientes, húmedos. La brisa eriza su piel y bajo la tenue y diáfana fibra del sujetador dos insolentes vigías se ponen firmes de inmediato y algo entre mis piernas proclama su independencia enarbolándose como con prisa.

martes, 8 de octubre de 2013

Las brujas de Zugarramurdi -De locos y brujas va la cosa-




Pocos directores españoles tienen un sello distintivo más acentuado que Alex de la Iglesia y nunca, aún queriéndolo, podría ocultar que estas brujas son suyas; esas situaciones, esos disfraces, esos diálogos no pueden venir de otra cabeza que de la suya.
 La cuestión es que uno se lo pasa de cine viendo las aventuras y desventuras de esos dos tontos muy tontos que son Hugo Silva y Mario Casas. “Tontá tras tontá” los minutos van pasando y el espectador –yo- va pasando de un estado “quasi-incrédulo” a otro de “cuéntame lo que quieras que soy todo tuyo” sin darme demasiada cuenta. Las primeras sonrisas se trasforman en sonoras carcajadas que van salpicando la platea con moderada abundancia y no es que la película no se merezca más de ellas, sino que da la sensación que reírse sonoramente en el cine, ya no se lleva y la gente se corta.  
A la cinta le sobran cinco minutos de aquelarre y tres de persecuciones; por lo demás: muy bien. Es un exceso al más puro estilo de su director, pero... con tiento. Los diálogos son chisposos y divertidos de surrealistas y la entrega de sus intérpretes encomiable. Mario Casas: genial. Es difícil hacer el tonto tan bien sin serlo y Hugo Silva en su línea.

Espero la siguiente con la seguridad de que la obra maestra de Alex está al llegar.

                                                              Luis F. de Castro.


viernes, 27 de septiembre de 2013

Fanny Game. (Crítica de cine)




Me intriga pensar que hubiera sido de Haneke si no le hubiera dado por hacer cine; porque esta película da la sensación de estar hecha con vísceras humanas. Llena de planos insufriblemente largos, planos arrojados a la cara del espectador con furia, con la intención de hacer daño, no deja un momento de paz. Estamos ante un Haneke técnicamente perfecto y con evidente tendencia al sadismo.
Si alguien sabe como anular la sensación que provoca la película sin olvidarla, que me lo diga.


                                   Luis F. de Castro.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Comentarios sobre feminismo.

Estimados, queridos y nunca suficientemente valorados súbditos: Os expongo aquí una batería de comentarios sobre feminismo -en especial sobre el vocablo- que se cruzaron en un blog del que soy seguidor. Me parece interesante y aleccionador. Al que le parezca pesado o pedante, sólo tiene que obviarlo. He dicho.

domingo, 22 de septiembre de 2013

La cinta blanca... o la tristeza que salió del frío.




    La cinta blanca es una de esas escasísimas películas que te acongoja hasta las calandracas. Poco a poco, minuto a minuto socava tu mucha o poca serenidad dejándote un poso de desasosiego que dura más de lo que debiera.
    Haneke ha hilvanado una historia terrible; donde muchas soledades se aúnan para formar una enorme y oscura caverna de ladrones y alimañas; donde, salvo algún pequeño retazo, todos son sinsabores y desdichas. No sé si le salió por casualidad: no conozco el resto de su filmografía, pero prometo firmemente intentar desenmascarar a este prestidigitador si con mi nimio conocimiento, llego a suponer que fue así.
    La película te sumerge en los más oscuros y desgarradores efectos secundarios de una civilización a medio hacer, y lo hace con lentitud y seguridad; afianzando los cimientos para que no queden dudas de que el grupo humano que retrata es ese al que nadie quisiera pertenecer.
    Una discreta e íntima obra maestra que, por designios de la industria, quedará fuera del alcance de populacho.
                                                             Luis F. de Castro.

martes, 17 de septiembre de 2013

La gran familia española, o rusa, o birmana.



Así veo a Daniel Sánchez Arévalo: ligero de equipaje. La película parece estar hecha sin temor al fracaso, casi temerariamente. Una asincronía casi insultante acompaña una trama que -en un principio- cuesta seguir. Escenas atrayentes se solapan con otras que provocan sentimientos parecidos a la vergüenza ajena; de las que tienes que apartar la mirada casi por obligación, pero hete aquí que -a la postre- algo desconocido las amalgama dando al conjunto un brillo original.
Los actores parecen haberse contagiado del sistema narrativo: sincopados, inconstantes, descontrolados y arrastran con ellos a un espectador que no sabe a qué atenerse hasta pasada media película.
Digna de ser vista.

                                                           Luis F. de Castro

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Crónicas ganimedianas -016- Yo solo sé que no sé nada.



Ganímedes, 10 de junio de 2.808

    No le queda otra a nuestro hombre que cazar al vuelo la pierna díscola que golpea el dichoso sensor. Cuando por fin lo consigue, la descuajada figura de Goda se detiene en extraña postura y anómala quietud; a Agfo este silencio se le antoja como el que precede al desastre y con expresión anhelante, busca desesperado cualquier indicio que le anuncie un esperanzador ataque cardíaco o un colapso de los de imposible recuperación... pero no. Goda abre los ojillos y apartando como puede el descolocado pelucón que casi le cubre la cara por completo, se le ocurre preguntar: -¿Ha pasado algo? -Será estúpida, piensa Agfo-, pues claro que ha pasado, que casi nos atomizas contra un anillo. Tan desenfrenada ha sido la actividad que la porción de patatas que les regalaron con el pase aparece estratégicamente repartido por todos y cada uno de los asépticos rincones de la espaciera.

martes, 10 de septiembre de 2013

EPIC. Preciosa castaña. 2013 (Crítica de cine)




      Me viene a la cabeza el tópico de la rubia tonta: por fuera, todo espectáculo y preciosismo y por dentro, nada. Tan sorprendentes imágenes vacías de contenido te deja sin palabras. Es como meter un rollo de papel higiénico en un cofrecito de oro y pedrería. Un guión, mediocre...¡que digo mediocre!, malo como pocos, unos personajes mal definidos: sin chispa ni enjundia y una sucesión de gags terriblemente anodinos; en conclusión: decepcionante.
     Donde quedaron los personajes de Ice Age, donde. Ese gracejo, esa cosilla que tiraba de las comisuras de los labios para hacerte sonreír. Como habrá conseguido Chris Wedge que tras diez minutos de película, odies a todos los personajes de la historia -especialmente a los “buenos”-, que desees profundamente que los bosques se pudran de una vez por todas y que el bodrio acabe cuanto antes.
     Solo me queda agradecer a los hados que, al menos, en la sala solo había un niño al que desconsolar.


                                                                                                   Luis F. de Castro  

lunes, 9 de septiembre de 2013

Solos



Como todos los días, Nacho es el primero en llegar. Pide la primera de las tres cervezas con limón que caerán esta tarde y –al igual que siempre- sienta su corpachón a la vera de la mesa desde donde mejor se ve la tele. Sus cincuenta años y la invalidez permanente por esquizofrenia dejan mucho tiempo y gran parte de él, lo derrocha esperando. Es un tipo poco hablador; prefiere observar y sonreír mientras escucha las diatribas que se cruzan entre José y Daniel. Sus dos amigos no le requieren al diálogo: le conocen bien y a lo sumo, le preguntarán algo que con un monosílabo como respuesta, va que se las pela. Ellos saben que es difícil rebuscar en sus pensamientos; los tiene bien escondidos en el último estofado de lentejas que hizo su mujer antes de abandonarle. Tal vez un mínimo gesto, un ademán, una pasajera mueca podría indicarnos el camino hacia su interior… pero no: dos escuetas palabras sirven para informarte que has errado, que su mente va por derroteros esquivos dejándote la impronta de que algo sabe -y lo calla-.
José y Daniel entran juntos en el bar. Ya traen el debate en bandolera y, con ellos, el mortecino establecimiento que dormitaba al soniquete del telediario, recobra algo de la vida que alguna vez tubo. Saludan a Nacho dándole la mano; primero uno y después el otro y cada uno le dedica una tonta frasecilla de las de rigor. Ellos no piden de beber; no hace falta: sus gustos son de las pocas cosas que el viejo barman recuerda por encima de sus muchos años y a pesar de ello, tardan buen rato en ver como dos carajillos y unas pocas aceitunas se arrastran renqueantes hasta la mesa. Poco después, las mismas fichas de dominó de toda la vida, vienen a animar momentáneamente el tedio
Ambos se conocen tanto como conocen a Nacho y en sus tertulias de partida flota un ambiente de complicidad, de íntimo y mutuo perdón. José es impulsivo, inteligente y algo mentiroso y Daniel diabético, crítico y calculador, pero entre todos, se soportan. El conglomerado es perfecto para pasar una tarde caliente y segura haciendo sonar las fichas sobre la mesa. Una mesa donde el regusto de sosiego no se pierde ni cuando José suelta alguna de sus baladronadas que, a ciencia cierta, no habrá por donde coger. Nada importa: hablarán de ella igual, porque Daniel tiene respuestas para todo y Nacho, con sus silenciosas sonrisas, también.
Mucho le pasan por alto a un José que si no fuera por estas horas de la tarde, no tendría ante quien presumir de salud. Hace tiempo que no trabaja porque –según dice- nadie quiere su edad ¿Quién habría de quererla teniendo a su disposición jóvenes moldeables y duraderos?... y los otros asienten, aunque piensan que otras cosas tiene peor que la añada.
Daniel, el pobre, bastante tiene consigo mismo, sus achaques y el más asqueroso de los caracteres. Qué seria de él sin alguien no se lo reprochara a menudo. Lo que no saben sus compañeros es que les deja ganar; no vaya a ser que le dejen por aburrimiento.
Entre sorbos y sentencias, dimes y diretes y arres y sos, pasa la tarde y cuando Nacho levanta el brazo para saber que se debe, faltan exactamente cinco minutos para que los tres vuelvan a encontrarse con la nocturna soledad.
                                                                        
                                                                            Luis F. de Castro

viernes, 6 de septiembre de 2013

La política, esa degenerada

     Según algunos, la política es una rama de la moral destinada a gestionar la convivencia, pero el valor de esa definición fluctúa con los mercados. Hoy por hoy es tal el exceso de oferta que con un minuto de visibilidad compras la mitad de cualquier Parlamento. La política ha llenado cada uno de los intersticios de la sociedad y con el paso del tiempo, ha complicado tanto la vida del ciudadano que consiguió dar el salto cualitativo final: se ha convertido en libro de ruta de la evolución humana.  En cierta forma, es lógico. La racionalidad que nos caracteriza en el mundo animal, se alimenta de poder y es este el que condiciona los avances del conocimiento: Poder sobre las bestias, sobre la naturaleza, sobre nuestros semejantes, poder al fin.

     Lo que mantiene unida a la sociedad contemporánea no es otra cosa que eso: poder. 

     La importancia del hecho de que cada político vele por los intereses de su ideología -que no de sus  conciudadanos- se ha visto superada por la necesidad de dejarse ver por ellos como lideres laboriosos y capaces. A mi modo de ver, la  presentación de su cometido como si fueran ímprobas empresas, no es más que una función teatral encaminada a que cualquier resultado -por desastroso que sea- pueda mostrarse como un triunfo clamoroso.

                                                                                     Luis F. de Castro

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Versos 008

Permitidme, ciudadanos. Otra vez me he puesto ñoño... y es que vuestro Rey no tiene remedio.


Sentir el tiempo.
Gozar deprisa.
Viviendo.
Rozar el borde.
Burlar al mundo.
Muriendo.
Beber tu sangre.
Mirar al cielo.
Rezando.
Caer del guindo.
Llorar sentado
Penando.
Por ser poco.
Por ser nada
Gritando.
Y ser el eco la única respuesta.
Y sentir como única caricia

la del viento.

                                                    Luis F. de Castro.

Sobre la corrupción.

Queridos conciudadanos del reino de Colocotroco: Como vuestro Rey que soy, me propongo daros a conocer el mundo que nos rodea y aunque, en nuestro paradisíaco territorio, la mayor parte de estos problemas están erradicados de antiguo, no está de más ponerlos a vuestra consideración como recordatorio de lo que sufren otros por su mala cabeza.



    Es la nuestra una sociedad joven, una sociedad que se encuentra en los primeros estadios de su formación. En los tres o cuatro milenios que lleva siendo tal, se han ido esparciendo por su historia los detritos de un metabolismo basado en la prueba y el error: sistemas de gobierno, de organización, de convivencia al fin, que por su escasa eficacia o sus incoherencia con la idiosincrasia humana han sido desechados o, incluso, métodos y formas que, aun siendo válidos en su momento, dejaron de serlo por su propia evolución o la del grupo al que servía. Con el tiempo, los problemas más importantes e inherentes a esta necesidad de convivencia racional se han ido tamizando y a resultas de la operación, aparecen sobre la batea algunos que, por su persistencia a través del tiempo, han obligado a la humanidad al empleo de ingentes cantidades de recursos: Uno de ellos es la corrupción.
    Básicamente, se puede considerar la corrupción como un sumidero de recursos que condena a la pobreza al grupo social que la padece y por ende -al intentar reconvertir esas situaciones-, a sufrir crisis más o menos traumáticas y de inciertos resultados. Está presente desde que el hombre tuvo la necesidad de formar grupos cooperativos y, por lo tanto, la de elegir individuos con responsabilidades organizativas que con frecuencia, intentaban transformar dichas obligaciones en derechos de beneficio personal.
  Tiene, además, hundidas sus raíces en lo más profundo del comportamiento humano, siendo su implantación en cada individuo una sencilla cuestión de cantidad y oferta de oportunidades, por lo que, con el tiempo, su aparición en una dinámica social concreta, se ha demostrado como de altísima probabilidad. La pretensión de controlarla a base de leyes y normas punitivas se ha demostrado ineficiente a la vista de que son aquellas sociedades con mayor profusión de las mismas, las que tienen esta lacra más extendida y resistente a la erradicación.
    En mi opinión, a corto plazo, poco podemos hacer para expulsarla de nuestro alrededor; sería más fácil extirpar el bazo a todos los individuos que son en el mundo; quizás una educación más centrada en valores éticos, quizás sobrepasar la democracia y profundizar en otros sistemas de gobierno o... no sé. Puede que la corrupción sea como el acné juvenil de una sociedad a la que le queda mucho camino por recorrer y que, esperemos, desaparezca con la edad; siempre que otras afecciones juveniles no la hagan desaparecer antes -a la sociedad, digo-




Luis F. de Castro.

martes, 3 de septiembre de 2013

Dolor y dinero... ¡vamos, de locos! (Crítica de cine)

 


    Una grata sorpresa. Sin duda, la mejor de Bay y también la más difícil. Apoyado en una historia real -eso dicen- los guionistas se han lucido y el director, otro tanto. A pesar de ello si vais dos a verla, seguro que hay discrepancias radicales, de hecho, oí algún comentario sobre su metraje excesivo: no me imagino contar todo eso en menos tiempo. Lo cierto es que me ha parecido una historia alucinante y no creo que haya muchas formas mejores de contarla. Salvo Ed Harris, que, en España,  debe su calidad como actor a un enorme doblador y no  a su expresividad, los demás están muy en su sitio ¡vamos! de vicio; en especial un Tony Shalhoub (Monk) impresionante.

                                                                                           Luis F. de Castro

martes, 27 de agosto de 2013

El llanero solitario se deja acompañar (Crítica de cine)



    Es tan infantil y poco trascendente que no ha conseguido disgustarme. Excesiva hasta en el metraje, consigue sólo en parte un cierto nivel de atracción sobre sí. Diálogos absurdos, muy a lo "Piratas del Caribe", acción sin demasiado cuento y una historia más cercana al cómic que a una obra cinematográfica. No es difícil comprobar que todo rota alrededor del señor Deep y, por lo tanto, a su servicio. Su trabajo es bueno, casi como siempre; tiene tanto oficio que sin querer le sale, pero espero anhelante el próximo papel en el que no vaya en taparrabos, pintado hasta las vísceras y oliendo -esto se suponer- a sudor rancio. En cualquier caso, hay que verla; nos llevaremos los paisajes de propina.

                                                                                                   Luis F. de Castro.

Sobre la estética.

Según algunos, la Estética, entre otras cosas, es aquella rama de la filosofía que estudia la belleza. Visto así, con la necedad del mundo cotidiano, puede parecer simple y vacuo; algo demasiado artificioso como para catalogarse con la misma trascendencia que otras “filosofías” de las que puede ocuparse el pensamiento. ¿Cómo, rodeado de desgracias por todas partes, podremos considerar trascendente las líneas de un edificio, el corte de un vestido o el diseño de un automóvil? Apreciar la estética a la altura de la ética, la laboriosidad o la justicia, nos resulta, cuando menos, chocante.
Hace tiempo que medito sobre el asunto y, poco a poco, la concepción que tenía de la disposición estética de la vida ha ido cambiando. En el plano personal y atendiendo a mis torpes inclinaciones, me permito dudar de ese instintivo encasillamiento de frivolidad a la que la sometemos y, hoy por hoy, considero la estética como la línea filosófica más importante entre las que rigen nuestra complicada vida.
Puede parecer una salida de tono más de las que nos rodean, pero si consideramos que esta doctrina trata de un concepto, a mi manera de ver, complejo y amplísimo y que engloba otras  muchas ciencias ideológicas hasta el punto de conectarlas y hacer de ellas todo compacto, nuestra actitud ante ella debería cambiar.
Una concepción estética de la vida conlleva una serie de condiciones que, salvo actitudes anómalas, nos ayudarían a convivir, a relacionarnos, a comprender nuestro entorno y desarrollarnos en él, a llevar adelante una sociedad que por su complejidad y tamaño se nos escapa indefectiblemente de las manos.  ¿Quién no ha oído hablar de la estética del poder? Estética es el amor y la amistad, y no el odio o la animadversión, estética es la justicia y el orden y no la injusticia o el caos, estética es el silencio y la música y no el ruido o el griterío. Es aplicable a lo grande y a lo pequeño, a lo palpable y lo etéreo, a lo prosaico y lo mundano. Es, en mi opinión, la filosofía que nos muestra el camino hacia un progreso sin efectos secundarios.
Por todo lo anteriormente expuesto, yo, vuestro Rey, ordeno la creación de cátedras de estética en todas las universidades del reino y será condición indispensable licenciarse en su estudio para acceder a cualquier cargo político de los que existen para el servicio al ciudadano.

                                                                                                                       He dicho

viernes, 23 de agosto de 2013

Crónicas ganimedianas -015- Perdone que no me levante.



Ganímedes, 10 de junio de 2.808

    -Ande, arréglese un poco y vuelva a casa cuanto antes; que su binaria no le eche en falta. -AGFO está tendido boca arriba en una tabla. La luz difusa deslumbra el único ojo que se permite abrir -el otro lo supone de vacaciones en Plutón-, y el resto de su malhadado cuerpo, produce dolores a un ritmo que no puede seguir. FIGA, la inspectora, le examina el ojo desgraciado tan de cerca que sus abundantes pechos le rozan el brazo izquierdo y AGFO, cuando tiene conciencia de lo que está pasando, hace por quedarse quieto y parecer muerto. Detrás de la polizota, ANTO mira expectante, ora a AGFO, ora al trasero de la mujer y reza por que aquella escena dure lo más posible. Su gozo en un pozo; con un chasquido de lengua, FIGA se incorpora dando por terminada la sesión. -No quiero que esto trascienda. Los golpes no son nada y sanarán solos, sin ayuda de nadie; por lo que váyase a casa y dígale a GODA que se calló al bajarse de la espaciera: le creerá.- ANTO asiente como si estuviera hablando con él al tiempo que AGFO, con ademanes de estar pariendo, consigue incorporarse.

Se matan, se matan, todos se matan.

Queridos conciudadanos: ¿Os habéis dado cuenta como está el mundo ahí fuera? Menos mal que aquí, en el reino de Colocotroco, estamos a resguardo ¿no?
Esta que os expongo es una opinión de uno de esos pobres que está a la intemperie y al que cualquier día le llueve encima.


El armamento químico y bacteriológico no tiene buena prensa. Deja daños feos y poco honorables. Que un afectado por gas sarín muera en dos o tres minutos por falta de aire es indigno, pero que lo haga desangrado por una pierna amputada en cinco, no. Asímismo, eso de dejar este mundo en masa, todos juntos y mediante igual método, ¡jó, que pereza! pero hacerlo diseminaditos por las calles o en pequeños grupos, unos  a cuchillo, otros a golpes, muchos descuartizados por una buena metralla, ¡eso es otra cosa! 
Yo no entiendo de armas: ni de estas ni de aquellas; no entiendo de política; no entiendo de casi nada, pero el nudo que se me hace en el estómago, sí entiende. El sufrimiento, el miedo, la pena, el desamparo de los débiles, de eso si entiende ese maldito nudo. Es ver algunas de esas imágenes que difunden, interesadamente o no, los medios; ver los rostros de alguna gente y  la cena se convierte en estopa. Intentas ponerte en su lugar viendo a tus hijos muertos o heridos como los hijos de esos pobres y se me viene a la mente –quizás sea una tontería más de las mías-, que lo mismo me da que me da lo mismo.
Morir por Dios, por Mursi, por lo que algunos dicen que es ley y democracia o por la Confederación Hidrográfica del Tajo ¡que más da!, la muerte es siempre la misma cuando es gratuita. Después vendrán esas excusas falaces, mentirosas o interesadas que nos cuentan que, si se hurga en ellas, huelen a podrida demagogia.
                                  
                                                                            Luis F. de Castro

jueves, 22 de agosto de 2013

Este mundo no me gusta, pero no tengo otro

Mis amados colocotrocos: Ya decía el famoso tango que este mundo es una porquería y nada más, pero como no tenemos otro, debemos cambiarlo. Todos los días me llegan de lejanas tierras noticias de espeluznar, todos los días hago como que no veo, como que no siento, pero aunque mi reino no se creó para esto, alguna licencia debo concederme. Va sobre una de esas parcelas de este malhadado mundo donde hasta las lágrimas son ponzoña: Siria. y sobre cierto organismo supranacional donde meter la nariz supone el ataque inmediato de irrefrenables nauseas.



     Que la ONU no sirve para lo que se concibió,  lo sabemos casi todos; que se ha convertido en un sumidero de fondos, también; que sus funcionarios, por regla general, son asalariados de intereses espurios y torticeros, por supuesto; pero que haya terminado siendo un lastre imposible de sobrellevar, eso no lo esperaban algunas  almas cándidas.
     Este pedazo de monstruo burocrático e ineficaz se ha transformado en un freno para que los pueblos necesitados de ayuda, la consigan. Ninguna de las muchas cuitas que pasan por sus ostentosos salones se soluciona, si acaso se enmerda y, algunas, hasta límites éticamente insoportables. Sus resoluciones son alas de mariposa en una atmósfera de ácido sulfúrico y sus funcionarios, zánganos en una enorme y caótica colmena.
     El alma humana es estadísticamente ruin y en este conglomerado de desvaríos que es la Unión de Naciones, tiene su paradigmática excusa para mantener un estatus mundial injusto y asqueroso.
     Pero ¿tienen esto solución…?: No lo creo; si acaso a un largísimo plazo y tras algún desastre de notable magnitud.  Hoy por hoy, el individuo no es más que un puñado de barro en manos del alfarero global y teniendo en cuenta la inmadurez de este: ¡echémonos a temblar!

     Solo quedan dos opciones: pasar desapercibido o erigirte en líder y, la segunda tiene tantos candidatos que taponan la entrada a un paraíso al que llegan los más escurridizos, no los más capaces.

martes, 20 de agosto de 2013

Elysium... o un día malo lo tiene cualquiera (2013) (Crítica de cine)



     Aquel al que se le ocurre dirigir "Distrito 9" debería saber a lo que se expone embarcándose en otra película del mismo estilo; y es que ponerse el listón tan alto conlleva el peligro de romperse la dentadura al siguiente salto. Ni siquiera el buen hacer de un Matt Damon muy afinado, unos efectos especiales honrosos y unos secundarios que se esfuerzan, salvan una historia como esta. Desde luego, el guión no ayuda, pero creo que Neil Blomkamp sabe hacerlo muchísimo mejor. La historia es previsible y alargada artificiosamente, los diálogos ramplones y las peleas demasiadas... y esos descorazonadores movimientos de cámara que te dejan el estómago que ni para sopitas, ¡oye!
     ¡Ah! y Jodie Foster para olvidar.
     Espero que la próxima se la tome más en serio.

                                                                       Aldade

lunes, 19 de agosto de 2013

Carta desde lo alto.(Cuento)

Estimados colocotrocos, queridos súbditos: Hoy os dejos una letanía... o algo así. No tengo el cuerpo para serpentinas y, aunque una de las obligaciones de cargos como el mío es no dejar traslucir los sentimientos; ¡no me da la real gana! De cualquier forma, espero que os guste; y si no, no me lo tengáis en cuenta.


Querida Ana:

 Esta mañana fuiste muy dura con madre. Le gritaste demasiado por una tontería. Siempre le levantas la voz por estupideces. Si te estaba planchando unas bragas, no es por que haya perdido la razón, sino que sus ganas de agradarte hacen que vuele su buen juicio. Algún día deberías probar el placer que reporta comprenderla y excusarla de sus desvaríos y no recrearte en la obsesiva necesidad que tienes de demostrar tu poder sobre ella. Ya tiene bastante con los golpes que le propina padre que son, al fin y al cabo, los que la han idiotizado. Así es que no rices el rizo y cómete tus frustraciones, pedazo de mema. Cada una de sus canas se las habéis sacado padre y tú a sangre y fuego del corazón, y aún sigues pasándole factura por lo que no hizo...