Pocos directores españoles tienen un sello distintivo más acentuado
que Alex de la Iglesia y nunca, aún queriéndolo, podría ocultar que estas
brujas son suyas; esas situaciones, esos disfraces, esos diálogos no pueden venir
de otra cabeza que de la suya.
La cuestión es que
uno se lo pasa de cine viendo las aventuras y desventuras de esos dos tontos
muy tontos que son Hugo Silva y Mario Casas. “Tontá tras tontá” los minutos van
pasando y el espectador –yo- va pasando de un estado “quasi-incrédulo” a otro
de “cuéntame lo que quieras que soy todo tuyo” sin darme demasiada cuenta. Las
primeras sonrisas se trasforman en sonoras carcajadas que van salpicando la
platea con moderada abundancia y no es que la película no se merezca más de
ellas, sino que da la sensación que reírse sonoramente en el cine, ya no se
lleva y la gente se corta.
A la cinta le sobran cinco minutos de aquelarre y tres de
persecuciones; por lo demás: muy bien. Es un exceso al más puro estilo de su
director, pero... con tiento. Los diálogos son chisposos y divertidos de
surrealistas y la entrega de sus intérpretes encomiable. Mario Casas: genial.
Es difícil hacer el tonto tan bien sin serlo y Hugo Silva en su línea.
Espero la siguiente con la seguridad de que la obra maestra
de Alex está al llegar.
Luis F. de Castro.
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