Según algunos, la Estética,
entre otras cosas, es aquella rama de la filosofía que estudia la belleza.
Visto así, con la necedad del mundo cotidiano, puede parecer simple y vacuo;
algo demasiado artificioso como para catalogarse con la misma trascendencia que
otras “filosofías” de las que puede ocuparse el pensamiento. ¿Cómo, rodeado de
desgracias por todas partes, podremos considerar trascendente las líneas de un
edificio, el corte de un vestido o el diseño de un automóvil? Apreciar la
estética a la altura de la ética, la laboriosidad o la justicia, nos resulta,
cuando menos, chocante.
Hace tiempo que medito sobre
el asunto y, poco a poco, la concepción que tenía de la disposición estética de
la vida ha ido cambiando. En el plano personal y atendiendo a mis torpes
inclinaciones, me permito dudar de ese instintivo encasillamiento de frivolidad
a la que la sometemos y, hoy por hoy, considero la estética como la línea
filosófica más importante entre las que rigen nuestra complicada vida.
Puede parecer una salida de
tono más de las que nos rodean, pero si consideramos que esta doctrina trata de
un concepto, a mi manera de ver, complejo y amplísimo y que engloba otras muchas ciencias ideológicas hasta el punto de
conectarlas y hacer de ellas todo compacto, nuestra actitud ante ella debería
cambiar.
Una concepción estética de la
vida conlleva una serie de condiciones que, salvo actitudes anómalas, nos
ayudarían a convivir, a relacionarnos, a comprender nuestro entorno y
desarrollarnos en él, a llevar adelante una sociedad que por su complejidad y
tamaño se nos escapa indefectiblemente de las manos. ¿Quién no ha oído hablar de la estética del
poder? Estética es el amor y la amistad, y no el odio o la animadversión,
estética es la justicia y el orden y no la injusticia o el caos, estética es el
silencio y la música y no el ruido o el griterío. Es aplicable a lo grande y a
lo pequeño, a lo palpable y lo etéreo, a lo prosaico y lo mundano. Es, en mi
opinión, la filosofía que nos muestra el camino hacia un progreso sin efectos
secundarios.
Por todo lo anteriormente expuesto,
yo, vuestro Rey, ordeno la creación de cátedras de estética en todas las
universidades del reino y será condición indispensable licenciarse en su
estudio para acceder a cualquier cargo político de los que existen para el
servicio al ciudadano.
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