Ganímedes,
29 de mayo de 2.808
Una
hora dando tumbos por la enrarecida atmósfera de Ganímedes da para
muchos gritos de alegría, elucubraciones y arrepentimientos. AGFO,
que en un momento inicial premió con euforia su valentía, ahora
cobraba con temor su arrepentimiento y cuando ya tiene a la vista el
enjambre P-2, está más acongojado que otra cosa. La tontería de su
escapada se iniciaba con que el menvisor delataba su posición a cada
momento, por lo que esconderse en cualquier parte del satélite era
una solemne estupidez, continuaba con que salir así, con lo puesto,
no tenía razón de ser: ¿qué comería, donde viviría? y, por último,
le había dejado gratuitamente a GODA todo lo que tenía, todo
aquello que había conseguido recuperar tras el expolio al que le
sometió su hija GOFA.
El
delito se ha consumado y el menvisor no hace otra cosa que solicitar
su interés con ese pitido cabrón que tanto odia. Seguramente sean
los polizotes los que le quieren reconvenir para que vuelva antes de
enviar los plasmones represivos a por él. Su cabeza, entre las
llamadas del menvisor y el barullo de ideas, no es más que una jaula
de grillos enloquecidos y nuestro hombre, que no tiene costumbre de
soportar esa anómala presión, puede optar por actitudes , cuando
menos, especiales.
Más
instintivamente que otra cosa -sin pensarlo-, se dirige al estonomato
del P-2. Es un edificio grande, azul que se mantiene a un nivel más
bajo que el de su enjambre; se nota que aquí las minas no son tan
frias y las construcciones puedes estar más cerca -piensa AGFO- y
como perteneciente a otra compañía, diferente en lo que a anuncios
y publicidad se refiere. Una vez dentro, recoge la espaciera y
disimulándose a sí mismo, deambula entre los que hacen las primeras
compras del día. Después de dos o tres vueltas, entra en el
sanidario a mear. Se coloca en el meodoro que queda libre entre la
pared y un tipo grande con cara de funcionario que también “hace
sus cosas”; el hombre le saca la cabeza y no deja de mirarle de
soslayo. El menvisor no ceja en su trabajo de volverlo tarumba y en
un estúpido intento de acallar el soniquete, se da un fuerte golpe
con la superficie del murete que tiene al lado. Evidentemente, el
cabezazo tiene poco de intención y mucho de desesperación, pero eso
no es circunstancia eximente para que -de la fuerza- le fallen las
piernas y dé con su oronda fisonomía en el suelo. El vahído dura
nada, lo que un suspiro, pero lo suficiente para comprobar que se
encuentra sentado en el suelo, con la chorra fuera y bajo la mirada
sorprendida del tipo de al lado que, dubitativo, no sabe si dejar a
medias lo que tiene entre manos y ayudar al desmayado o acabar con
ello y -solo después- hacer los que sea menester. No tiene tiempo
para seguir dudando, ya que nuestro hombre, casi de un salto, se
reincorpora y continúa con sus esfuerzos por rebajar la presión de
la vejiga.
-Nada,
nada. -Acierta a disculparse AGFO puesto ya en pie- Un “mal aire”
sin importancia, gracias. -Gracias por nada -continúa ahora en
pensamientos- El hombre se la escurre con movimientos ostentosos que
-especula AGFO-, nada tendrán que ver con el tamaño de su cosa, y
se va como con prisa. El caso es que desde el coscorrón, el menvisor
ha dejado de darle la tabarra y -ahora- le parece ver el mundo de
otra manera.
-Volver
o no volver, esa es la cuestión. AGFO se apalanca en uno de los
susientos de espera del departamento de reclamaciones del estonomato
y recapacita: Con seguridad ya le buscan y si no le han encontrado
aún es por que el menvisor parietal parece inutilizado. -¡Vaya
mierda de menvisor!, piensa interrumpiéndose-, además, no tiene
acceso a su cuenta y, por lo tanto, doblos con los que comprar...
-¡Pero
qué cojones hago yo huyendo de mi propia casa! -piensa en voz alta-
y como quien recupera el seso, decide volver, poner cualquier excusa
a su escapada y dejarse hacer.
-Señor,
¿sobre qué versa su reclamación?. -Uno de los plasmones del
departamento le saca de sus disquisiciones y espera contestación
mirándole fríamente.
-¡Pues
mira tú!... -se lo piensa- En que eres muuuy feo. -Sin esperar
respuesta, AGGFO despliega la espaciera y retoma el camino a casa.
Ahora,
al ser directa la trayectoria, no tarda más de dos minutos en
regresar y, cuando ya la tiene a la vista, comprueba que alguien más
que GODA le espera dentro. Traspasada la puerta y recogida la
espaciera repara en que los dos polizotes y la huesuda mujer no dejan
de mirarle sorprendidos. Él, como quien no quiere la cosa, se les
encara desafiante...
-¡Qué
pasa! He ido a por tabaco, ¿o es que no puedo?
(Continuará...)
Aldade.
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