Ganímedes,
2 de junio de 2.808 (Un poco más tarde)
Desde
que entró en la polizotería, a AGFO no han dejado de sucederle
cosas extrañas: primero la aparición de ese querubín de mujer,
después la noticia de que su binaria pudiera ser un asesina en serie
y, por último, que el cuerpo de polizotes precise de él para
desenmascarar a la huesuda... ¿qué más le puede pasar hoy? La
inspectora espera su respuesta cruzando y descruzando las piernas sin
solución de continuidad y a AGFO, el movimiento se le antoja
hipnótico. A cada uno de ellos, la ajustada gorepiel le marca unos
pliegues en la entrepierna que le están obligando a sudar
profusamente.
-Y
digo yo -se atreve a preguntar nuestro hombre- Si ya sospechaban
desde hace tiempo, ¿por qué me la adjudican como binaria ahora?
-AGFO, mientras lo dice, hace verdaderos esfuerzos por arrancar su
mirada de determinadas partes de la mujer y mantenerla en sus ojos.
-Me
permito recordarle, señor AGFO, que no es así el asunto. -FITA, la
inspectora, se acomoda más, si cabe y expulsa una bocanada de humo
como quien sopla velas de cumpleaños- Es a ella a quien le fue
adjudicado usted como binario ¿me entiende?, y además, fue ella la
que eligió irse a vivir a su apartamento... -se toma su tiempo de
nuevo haciendo ondear su larguísima melena- Es por eso por lo que
pensamos que le eligió como siguiente víctima. -AGFO traga saliva y
el sudor de su frente toma camino del bigote.
-¿Y
qué se supone que debo hacer, dejar que me asesine todo?
-¡No,
hombre no! Con que se deje llevar y nos mantenga informados, vale.
Aún así... -La inspectora le regala otro ostentoso desplazamiento
de piernas y AGFO opta por abandonar su vista al espectáculo- aun
así, digo, su binaria ha solicitado los servicios de una peluconera
a domicilio y yo, aprovechando que ejercí en tiempos ese oficio, me
presentaré como tal todos los días, con lo que me tendrá de apoyo;
por cierto… le va a salir por un pico…
Cuando
sale de la polizotería, AGFO se comprueba invadido por sensaciones
contradictorias: la agradable incomodidad por la presencia de esa
pedazo de mujer y el miedo por la posibilidad de tener en casa una
destripabinarios de la peor calaña. Quien le iba a decir que las
especulaciones, habladurías y cotilleos que llegaban a sus oídos
sobre su otrora suegra y hoy binaria, no sólo eran verdad, sino que,
además, se quedaban cortas.
Durante
el corto camino de regreso, algo líquido se remueve en su interior y
suena.
Llegado
a casa, no bien ha recogido la espaciera, GODA le sorprende por la
espalda con un “¡Ay mi chico que me lo voy a comer!” y le echa
mano al “paquete” con ansia desmedida haciendo retomar a AGFO la
senda del sudor frio.
-Ahora
mismo, mi amorcito va a almorzar y luego una siesta reparadora. –Al
tiempo, GODA se restriega contra él pasándole los brazos alrededor
del cuello. AGFO sospecha que salir corriendo no parece una opción
acertada, pero su más ancestral instinto le obliga a resistirse
tirando en dirección contraria. Su expresión es de terror contenido
y algo tiene que percibir la mujer, porque le suelta poco a poco.
–Sí, venga, repón fuerzas, que la mina es dura y desgasta… -Le
ha dejado marcado el carrillo con una mezcla de maquillaje y
pintalabios. Cuando consigue zafarse, se refugia en el sanidario y,
con más prisa de la que quisiera se sienta en el quetecagas con el
tiempo justo para no hacérselo encima. AGFO, ante la naturaleza de
lo que sale de su interior, piensa que se está deshaciendo por
dentro y eso que se escapa no es más que un batido de órganos
internos. No menos de media hora tarda en decidirse a salir y lo hace
lívido cual calamar desollado. La considerable descarga le ha dejado
exhausto y su cara refleja el estado de ánimo. En su interior, no se
explica el notable número de cambios metabólicos que el miedo ha
obrado. Allí sólo y abandonado por todos se siente desamparado
ante ese monstruo lascivo y coqueto que –y ahora está seguro- se
lo va a merendar sin guarnición ni nada. El hombre, derrotado, se
deja caer en el susiento a tiempo para comprobar cómo GODA, con ese
meneo que tienen las cursis al caminar, se dirige hacia él con dos
capsulitas en la mano. -¡Ahora sí que llegó mi hora! –piensa
AGFO más cerca de la resignación que de otro sitio.
-¡Que
mala cara tienes, cariñín! –El rostro de GODA cuando dice esto es
de sincera preocupación -Tómate esto y verás cómo te lleva al
cielo… -AGFO da un respingo y a la carrera se mete de nuevo en el
sanidario.
(Continuará...)
Aldade.
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