martes, 17 de septiembre de 2013

La gran familia española, o rusa, o birmana.



Así veo a Daniel Sánchez Arévalo: ligero de equipaje. La película parece estar hecha sin temor al fracaso, casi temerariamente. Una asincronía casi insultante acompaña una trama que -en un principio- cuesta seguir. Escenas atrayentes se solapan con otras que provocan sentimientos parecidos a la vergüenza ajena; de las que tienes que apartar la mirada casi por obligación, pero hete aquí que -a la postre- algo desconocido las amalgama dando al conjunto un brillo original.
Los actores parecen haberse contagiado del sistema narrativo: sincopados, inconstantes, descontrolados y arrastran con ellos a un espectador que no sabe a qué atenerse hasta pasada media película.
Digna de ser vista.

                                                           Luis F. de Castro

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