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Desventurado aquel que persiguiendo pequeños sueños de perfección
se queda día tras día en el camino.
Desgraciado el que -como quien busca una excusa- descarga en el todos
su frustrada visión del funcionar del mundo.
Pena ver como un batallón de hormigas en su cabeza le roban el
descanso sometiéndole a la tortura de una vigilia permanente... y
como se desespera al observar que ese al que creen fuerte es el más
débil de todos.
Como hacer ver que necesita descansar; relajar esa vorágine de
entelequias y unirse a un mundo más sencillo y liviano.
Cómo le gustaría sonreír sin sombras, hablar
sin miedo y desterrar la culpa.
Luis F. de Castro
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