Tal y como nos vemos nacer y morir, tal y como observamos que el
árbol brota de la semilla de su progenitor y termina pudriéndose
bajo las raíces de su vástago, concebimos el principio y el fin. La
vida tiene sus ciclos dentro de los cuales el nacimiento y la muerte
no dejan de ser un par de los eslabones de una cadena sinfín y nada
tienen que ver con el principio de las cosas, porque la vida es solo
una ínfima parte de todo lo que nos rodea, una infinitesimal
partícula en la inmensidad del universo.