Que la mente humana es difícil de
escrutar no tiene discusión y, por lo tanto, que su escrutinio está al alcance
de muy pocos, tampoco. El pensamiento colectivo y la sensibilidad social son
manipulables hasta puntos insospechados, y lo que hoy es malo, mañana bueno y
viceversa. Eso es una máxima universal, que por conocida, tratada y denostada,
no deja de incrementarse extendiéndose hasta los últimos rincones de una
sociedad gregaria y en exceso zafia. Se dice que un pueblo leído es un pueblo
poco manipulable y que la libertad de pensamiento está en proporción directa a
la cultura de sus componentes. Es a golpe de verdadera cultura como se van exiliando
aquellos elementos de irracionalidad que hacen de nuestra sociedad algo al
servicio de aquellos que conocen la técnica de la manipulación.
Cientos de imputados/investigados,
millones de euros sustraídos de los dineros públicos, una insondable red de
clientelismo político y una carga de paro insoportable, no han sido suficientes
para que el pueblo andaluz cambie su voto, siquiera por la vía de probar otra
cosa que -presuntamente- menos daño haga. Y ahora qué. ¿Seguirá la sociedad
andaluza arrastrándose en el mismo quejicoso tedio de siempre? ¿Tendrá el
social descaro de seguir penando la mala suerte que han tenido con sus
gobernantes? Se enterarán ahora los intelectuales de turno el porqué Telecinco
es la número uno. Somo lo que somos, y cambiarlo es difícil, muy difícil; hasta
el punto de que algunos consideran que la ruptura es la única vía. Romper con
todo para cambiar de dueño... sí, de dueño, no se sale de una de esas con otra
cosa que con amo nuevo, por que España es mucho de “Don Juanón o Juanillo” y en
vez de limar, ajustar, reconducir somos de “mantenerla sin enmendarla hasta
joderla, para después matarla”
Espero no tener razón y que los
tiempos hayan cambiado inadvertidamente para mí; que el análisis de esta
situación sea más simple y sencilla del que bulle en mi cabeza y este nuevo
avatar político sea parte de una solución que se me escapa. Mientras espero que
sea así, no dejo de pensar en el tópico:
“Tenemos lo que nos merecemos”.
Luis F. de Castro
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