Hoy
me levanto trascendente e inconformista.
De
salida, intento girar la cabeza intentando escuchar el clik que
marque el ajuste correcto; ese punto de ancla desde donde analizar
este batiburrillo de vida sin que se te muevan los pies y, la verdad,
cuesta un potosí.
Todo
el mundo opina, todos quieren tener razón y -visto lo visto- no hay
sitio para tanto acierto. Oí una vez que no merecía la pena perder
el tiempo en llevarse el gato al agua, que eso de pretender estar
siempre en lo cierto es, cuando menos, derrochar lo que no se tiene,
porque la mayoría de las veces esa perentoria necesidad lo es sobre
asuntos de una nimiedad absoluta y que tanto interés en esas
vaciedades devalúa nuestras entendederas. Toda esta disquisición me
lleva a pensar que lo centrado es discriminar lo fútil de lo
importante, sacar a flote aquello que realmente deba prevalecer y
enfocar atención y esfuerzo en eso… y poco más; lo que cada uno
consideremos así, o sea, importante, es como los colores, al gusto.
Luis
F. de Castro
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