lunes, 8 de diciembre de 2014

Porquería hasta en las ojeras




No sé en que lugar de la lista de sumideros de impuestos se encuentra Madrid. Ni idea tengo si los sufridos ciudadanos de esta ciudad pagamos mucho o poco en relación a otras ciudades... no lo sé; pero entre otras muchas consideraciones que pueden venir al caso, sólo me queda decir que vivo en una ciudad “pelín” asquerosa. No hay nada figurado en esto que digo, mi sensación va más en dirección a la literalidad, a intentar haceros llegar que la suciedad todo lo cubre y que para nada veo que la aportación que los ciudadanos hacemos al erario se utiliza en lo que debiera ser utilizada.
Madrid nunca fue limpia que digamos, siempre se dejó ver con una extemporánea pátina de porquería que le daba la impronta de ciudad mediterránea poco avezada en las lides de la ciudadanía responsable, pero antaño -al menos- y en detrimento del extrarradio, los gestores del municipio tenían el decoro de dedicarle algo de dinero, tiempo y esfuerzo al “centro”. Quizás fuera por aquello del “qué dirán”; o por intentar dar ante los visitantes una imagen tan irreal como engañosa, pero mal que mal, de algo servía; pero ya sea por los aprietos presupuestarios o por un regreso a la desidia, hoy por hoy nos come la mierda en la villa y corte.
Unos dicen que los madrileños somos unos guarros, otros que son los inmigrantes, otros que si los que nos visitan y muchos, que si las privatizaciones o el “choriceo”... el caso es que “uno por otro, la casa sin barrer”. No tardaremos en verle las orejas al lobo y cuando los que viven de la buena imagen de la ciudad, vean bajar sus ingresos, se quejarán amargamente por los emolumentos que se comió la basura sin que nadie le pusiera coto.

Anexo excusatorio: Esta entrada me hubiera gustado que fuera más directa y abrasiva; incluso algo soez, pero ¡válgame Dios! me he comedido hasta límites insospechados.



Luis F. de Castro

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