Siempre
fue importante fijarse metas, pero con serlo, no lo es tanto como
saber de donde partes para llegar a ellas. La gran desgracia de
muchas corrientes políticas y sociales no es lo acertado o
equivocado de sus fines, sino el erróneo análisis del punto de
partida. Todos -o casi todos- estamos de acuerdo en que un fin
aceptable para una sociedad futura merodearía en torno a la búsqueda
de la felicidad mediante el uso intensivo de la igualdad, la justicia y la solidaridad; pero la intensidad en el manejo de estas herramientas
pasa por analizar la situación inicial. Tener en cuenta que en el
ser humano -querámoslo o no- anidan la soberbia, la avaricia, la
lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza es necesario y
acertar en las proporciones, también. La visión “buenista” de
que el mal de partida no existe y, si aun así, apareciera, sería
responsabilidad del que busca el bien, choca con la libertad personal
de elegir tu camino, por lo que esta premisa es una quimera
contraproducente y que es necesario desterrar si queremos llegar a
una situación aceptable en un pretendido destino.
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