La
historia del ser humano, del hombre como racional resultado de una
evolución que todo lo pudo, esta jalonada de subterfugios; digamos
que las edades del hombre se cuentan por excusas artificiosas urdidas
para evadir compromisos. Hoy por hoy el medio ambiente vende, todo lo
inunda, nada hay políticamente correcto que no pase por su cuidado y
mantenimiento; se ha convertido en esa quimera que da pie a los
listos para abusar de los que, a la sazón, no lo son tanto.
El roto
Recapitulemos:
Que el medio ambiente está bastante jodido, eso esta claro; que
somos los humanos los principales actores de la película, evidente;
que está en nuestra mano la solución, seguramente… pero
maticemos, que no todo el monte es orégano. El mundo en el que
vivimos es un sistema que básicamente se sostiene por el diseño de
su evolución en equilibrio; muchas son las circunstancias que rompen
ese equilibrio modificando el resultado de la dinámica natural;
asteroides, volcanes, terremotos, explosiones solares, etcétera. La
naturaleza ha convivido y se ha adaptado a esas circunstancias usando
sus propias herramientas, pero su éxito se debe principalmente a que
ninguna ha superado su capacidad de reajuste, entre otras cosas,
porque esas circunstancias no surgieron específicamente para
maltratarla, sino que ese maltrato surge como un efecto secundario;
pero hete aquí que aparece en el mundo un bicho capaz de pensar;
dicho esto como la capacidad de concebir planes y procedimientos con
un objeto determinado… y la jodimos. En mi inane opinión, la
aparición en la naturaleza de un animalillo con la capacidad del
racional pensamiento fue un mal negocio, porque -y ahora sí- puede
fastidiar a propósito, es más, tiene la capacidad para sobreponerse
a una naturaleza adaptable para hacer más daño aún… pero
abandonemos esta línea que no toca y abordemos la que sí.