http://www.vertele.com/noticias/los-espanoles-somos-los-lideres-mundiales-en-telebasura/
Entre el principio y el fin trotamos en manada; queramos o no.
Viajamos en el interior de una amalgama en la que sólo distinguimos
individuos si nos acercamos lo bastante. Si no es así, si nos vemos
desde un distante otero, no somos otra cosa distinta a ese rebaño de
ñus que tarde tras tarde atraviesa el Okavango mientras sesteamos en
el sofá. Desde ahí, solo vemos una masa infusa con la que -ni en
nuestras peores pesadillas, nos identificaríamos; porque nosotros
somos algo más... a que sí; porque yo tengo importantes motivos
para hacer lo que hago y los demás… ¡quién sabe!
Mirándonos el ombligo, no es descabellado
suponer que me sumerjo en la masa para escapar de esa sensación de
agobio que conlleva cargar individualmente con los problemas de este
mundo. La crueldad, la injusticia, el egoísmo, son algunas de las
causas de esa incertidumbre que nos supera, provocando en nuestro
interior un malestar que se acrecienta con la circunstancia añadida
de que no nos vemos ni con fuerzas, ni con ganas para actuar en su
contra.
El caso es que muchos -más de los que creemos-
buscan refugio en la intrascendencia, la banalidad; aquello que ni de
lejos pueda hacerle daño a esa pertinaz tendencia a la inacción.
Juzgar esta circunstancia es ciertamente complicado: ¿Cobardía?
¿egoísmo?¿prudencia? ¡Quien lo sabe! Seguramente, cada uno de
nosotros llegaría a diferentes conclusiones con las mismas premisas.
Con todo, lo que reivindico es el derecho que todos tenemos a
ocultarnos tras la trivialidad, a no implicarnos más de lo que
creamos conveniente y a no tener que dar explicaciones por
ello; que con
cumplir la ley sea suficiente y no necesitemos justificar el hecho de
que carezcamos de la capacidad que poseen los “solidarios
implicados” o los “líderes”
para comandar las huestes del cambio. Es
por ello que considero deberíamos callar antes de criticar a quienes
ven, comentan y aprovechan la tele-basura, a quienes prefieren
arrojarse desde un balcón antes de escuchar las noticias, a quienes
la trascendencia les provoca sarpullidos, porque su postura es
resultado de una decisión personal tan respetable como la de
cualquier otro.
Me soliviantan esas miradas de superioridad, esos
tratos displicentes con que algunos filósofos de salón o
debatientes de barra de bar regalan a aquellos que prefieren la
película de por las tardes o el ¡Que me dices! Esos que son capaces
de mantener que un realities al uso es tele-basura y que un debate de
“Cuatro”es algo serio y aleccionador. Creo que deberían
reiniciar sus entendederas y considerar las opiniones de los demás
como las propias, porque corren el riesgo de que esa gente se ponga a
opinar también.
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