Agitada y vacua noche sin rumbo.
A lomos de un caballo loco se alinean, una tras otra, escenas sin
razón ni motivo; improntas de un agitado pensamiento empeñado en
joderme por la vía dolorosa; inasequible al desánimo, persistente y
tenaz, invade mis dominios sin compasión, haciendo de la “tierra
quemada” su trofeo y mi derrota.
Quien pudiera horadar la sien y profanar esa
manteca dolorosa con una cucharilla de café; sacar uno tras otro
esos centímetros cúbicos de molesta materia gris y dejar que el
viento recorra ese espacio como lo haría si nada lo ocupase.
Pasa la noche y esa luz que vaga entre horas encuentra, por fin,
donde posarse. Mis ojos toman tierra y el díscolo mundo de la
oscuridad adquiere relevancia física.
Bienvenido sea.
Luis F. de Castro Llera
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