https://unmundodeluz.files.wordpress.com/2013/09/indian-tribes.jpg
Si no
hubiera existido Theodor de Bry alguien habría fabricado otro mentiroso por el
estilo. Theodor de Bry fue un orfebre,
grabador y editor nacido en Lieja en 1528 que, además de lo anterior, se hacía
pasar por historiador de una América recién descubierta. Cualquiera con un poco
de perspectiva y a la vista de sus trabajos, hubiera comprobado que de sus
talleres sólo salía engañosa publicidad y no historia.
Para empezar
digamos que eriza la piel que se tache de héroes -como queda en algún ideario común europeo- a aquellos que
exterminaron casi en su totalidad a las poblaciones de indios de las zonas de
su influencia, y de villanos execrables a aquellos que se hibridaron con ellos.
De salida y sin mirar muy dentro del asunto, esa circunstancia denota que unos
se consideraban superiores y los otros, no; todo dentro de las reservas propias
de un asunto tan complejo. Se acepta normalmente que los españoles llegaron a
América con dos necesidades fundamentales: llenar la faltriquera y atraer
adeptos a la causa, pero se obvia que los británicos y holandeses fundamentalmente, los adeptos no los necesitaban para nada, así que ¡a tomar
viento con los indios!; para ellos era solo la faltriquera lo importante. De
hecho, terminada la guerra de independencia americana y cuando los anglosajones
nacidos allí se habían desecho de los lazos que les unían a los de aquí,
siguieron con esa máxima**. Al final, decir que de todas las tribus norteamericanas
preexistentes a la avenida de hijos de la Gran Bretaña, solo quedaron
grupúsculos de desplazados en guetos más o menos aireados. Todos, salvo los
indios Pueblo que conservaron su territorio y autonomía en lo que hoy es el
Estado de Nuevo México, y ello en virtud de los tratados entre un México de
influencia hispana, pero ya independiente y unos Estados Unidos en plena,
apabullantes y genocida -otra vez la palabra- expansión. Dicha protección
provenía ya de las normas promulgadas por los reyes españoles y cuya filosofía
estimaba que “había sitio para todos en esa tierra del señor”.
Hasta en
el nombre empezamos mal. A los invasores hispanos se les llamó conquistadores,
pero a los anglosajones, colonos. Los primeros, los españoles, excretaban barbarie,
vicio y ambición, y los segundos un admirable ánimo de colonizar tierra salvaje
y desagradecida. ¿Opinarían lo mismo los indios? Pues a lo que vamos; ni unos
eran tan así, no los otros tan “asá” ; de hecho, cuando los británicos
arribaron a las costas de Nueva Inglaterra, existían pueblos con la sólida
estructura social que les daba su existencia de siglos, pero para los
visitantes anglosajones, sencillamente, no eran humanos. El colono se consideraba superior
en su sed de tierra, oro y gloria y en esta tesitura se proclamaron
protagonistas de una masacre indiscriminada a lo largo y ancho de Norteamérica
y el Caribe, siendo ellos los únicos espectadores de la “hazaña”, además de los
que no quedaron para contarla: los indios. Fue, sin duda, una de las
colonizaciones más sangrientas de una humanidad repleta de ellas, en la que
unos españoles cuyo fin principal era el convertir indios al Catolicismo -entre
otras cosas- lleváronse la peor de las famas y aquellos que decidieron borrar a
los indígenas del continente para dejar espacio libre a puros ingleses, se arroparon de loas y parabienes. Viene a cuento recordar que por lo mismo,
Hitler fue catalogado por su Majestad Británica como el enemigo público número
uno de la humanidad. Hasta tal punto llegó la impronta de su ideario genocida de los británicos que la importación de mano de obra barata de África, oportunamente llamados
esclavos, se debió, entre otras razones, a que se consideraba al indio
norteamericano de una estopa inferior a aquellos, e inválidos, incluso, para el
trabajo.
En
conclusión: No mezclemos churras con merinas; hubo una enorme diferencia entre
hispanos y anglosajones en lo que a sus conquistas se refiere. Unos se
mezclaron creando un continente poblado con nuevas gentes y dejaron una
influencia cultural y religiosa potente e hibridada con las culturas indígenas,
los otros exterminaron lo que allí había y plantaron sus puros reales a “tabla
rasa” no dejando ni los restos.
Todo en
esta vida es relativo, y me pregunto si los “bocafloja”, perroflautas,
libertoigualitarios y chupasubvenciones que nos rodean en esta España tan dada
a autofagocitarse, se habrán dado cuenta de esto cuando tachan de genocida la
conquista de América por los españoles.
Luis F. de Castro
**A principios de los años ochenta
quedó "solucionado" el problema de los indios conforme a la consigna
The only good Indian is a dead Indian Nur ein toter Indianer ist ein guter
Indianer (esp.: 'El mejor indio es un indio muerto') formulada por Philip Henry
Sheridan (1831-1888), general primero y Comandante en jefe más tarde del
ejército norteamericano, con ocasión de la sangrienta campaña llevada a cabo en
el invierno de 1869 para someter a los indios kiowa5.
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