UN GENOCIDIO COMPARADO
INTRODUCCIÓN
Recién
pasado
el Día
de la Hispanidad y ante la marea de declaraciones, escritos y
opiniones en contra de la celebración,
un
“no sé qué”
dentro de un servidor se revuelve y me obliga a hacer “algo” al
respecto.
Ese
órgano interior que paso a llamar desde este momento la vesícula
injusticiómetra y que segrega algo amargo e irritante cada vez que
su dueño percibe alguna falsedad o injusticia, está soliviantada y
-muy a mi pesar- no me deja conciliar el ánimo.
No
soy historiador, ni
erudito, ni nada que se le parezca, pero leo mucho y tengo -creo-
algo de sentido común, y es esa circunstancia la que se revela
contra tanta tontería como se oye. Tontería que, al contrario de lo
que la definición de la palabra, pudiera indicarnos, tiene
trascendencia en tanto y cuanto no cae en saco roto. El pueblo
español es un pueblo especial, un
pueblo que marca su diferencia como resultado
de un
devenir natural, social y cultural específico...
vamos, de su historia, y
eso nos hace igual de diferentes que los demás.
Es
esa historia la que,
a mi modo de ver y como nación, nos ha hecho derrotistas,
pesimistas, acomplejados y un punto dados al victimismo, sin
que nos demos cuenta de que, al contrario de lo que pudiera parecer al oír a tanto tonto, progre, psudofascistoide, e igualitario, somos -y
me incluyo en
él-
un grupo humano que ha pasado por más vicisitudes que la mayoría,
que ha vivido más desgracias, más renacimientos, más pobreza y más
riqueza, más tragedias y proezas que los que nos rodean.
A mi
humilde entender nos faltó la mercadotecnia, el autobombo y el
merchandaising suficiente para que, al menos, las luces se vieran
como luces y las sombras como tal y no todo como esto último. Por
ahí rondan otros que -como en el parchís- hacen una y se cuentan
veinte y esto duele y como no quiero resumir mi queja al recurso del
pataleo, voy a empezar una serie de escritos sobre “genocidios”
comparados. Historias que se dan por ciertas y que, a mi manera de
ver, han sido torticeramente contadas con “a saber qué”
intenciones.
¡Pues
nada! Mañana les contaré como veo yo la cosa en un primer capítulo titulado: "Esos poderos, justos y dinámicos hijos de la Gran Bretaña".
Luis F. de Castro
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