Pretender
contar una historia a un tipo sentado en el banco del parque desde un
tiovivo en marcha es, cuando menos, complicado. Esa es la sensación
que me invade en mi asiento en la platea. Los mensajes llegan a
trozos; unos rápidos y directos y otros mezclados con engrudo; y eso
sin contar cuando el tiovivo invierte el sentido de giro sin avisar y
nos somete a un centrifugado argumental insoportable. La película,
aun sin estar vacía, no dice mucho. Una historia pretendidamente
épico/doméstica más cerca del docureportaje con patrocinio añadido
que de la consabida "basada en hechos reales" de toda la
vida; algo hay de artificioso ejercicio de adoctrinamiento que no
consigue hacernos despegar del asiento del cine; es un quiero y no
puedo constante, donde la personalísima escuela de R. de Niro no
hace más que perjudicar -más todavía- al conjunto.
Tampoco
a Miss Lawrence le pega el papel; jovenzuela sonrosada y virginal en
todos y cada uno de los momentos de la trama, en ningún momento veo
en ella la abnegada, voluntariosa y corajuda heroína que me quieren
hacer ver. Sus intentos son vanos y me fastidia, porque sí tiene
capacidad interpretativa, pero su problema es el mismo que tendría
Lina Morgan interpretando al Rey Lear: no es su registro.
Por
todo lo anterior, sumado a una duración desmedida, una gaseosa
intervención de Bradley Cooper, la inconsistente realización del
director y más cosas que me dejo en el tintero, no merece mucho la
pena... pobre.
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