Estimado colocotrocos. Perdonad la intromisión de esta entradilla. Sé que en este país nuestro, no tenemos costumbre de empezar una cosa antes de acabar la que teníamos entre manos y tampoco se me escapa que yo, como Rey, debo dar ejemplo... ¡Pues bien! Siguiendo las prerrogativas de esta, nuestra monarquía, infringiré la norma. Sabed también, mis leales súbditos, que cualquier queja será aceptada, pero convenientemente desatendida; por lo tanto: es mi voluntad poneros este lisonjero poema como antesala a la tercera y última entrega de "Las cosas de la vida"
Sería pretencioso y poco digno de mi natural obligaros a que os guste; por lo que os agradecería que os obligaseis vosotros mismos.
Vicio 006
Algo en esa noche fría hubo que me atrajo;
algo tierno, cálido, locuaz,
dorado;
algo suave, redondo, terso, mojado.
Algo en esa negra noche hubo
que me atrajo;
un solitario punto de luz
destellado,
una explosión de egoísmo
concentrado,
una luminaria mostrándome el
atajo.
Corrí, me arrastré como un
puro andrajo.
Lloré sin lágrima, grité sin
ruido.
¿Muerto? ¡Tal vez! ¿O sólo
dormido?
Algo en esa puta noche hubo
que me atrajo.
Por qué fui yo el maldito
centro de la diana,
por qué acertó en mi con
claridad meridiana.
El susurro, el arrullo, el
ronroneo;
el roce, el fresco aliento, el
manoseo.
¡No quiero! ¡No me da la real
gana!
cerrar los ojos y sentirte a
mi pegada,
llenarme de ti de una sola
bocanada.
Que de puro y liso hartazgo,
la desgana.
Que de puro y llano abuso, el
desmayo.
Que de pura libertad en simple
lacayo,
y de pura complicación una
filigrana.
Poniendo la muerte como dorado
broche,
el frío estremecido como
valioso brillante,
como el final del camino al
caballero andante.
Qué fue lo que me atrajo
aquella fría noche.
Aldade.
18
de enero del dos mil
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