http://www.cinemanet.info/2008/11/la-influencia-del-cine-en-jovenes-y-adolescentes-completo/
Casi todos sabemos que la claridad y la persistencia de un
mensaje suelen ser condiciones necesarias para que este cale, para que su
efecto sea el buscado; que el mensaje sea veraz y ajustado, es lo de menos. No
se necesita más que una razonable base lógica para que mentes influenciables lo
acepten como verdadero. Para darnos cuenta de ello, solo debemos dar un repaso
a los titulares de cualquier periódico o a los sumarios de noticieros
televisivos.
Evidentemente no sólo son estos los medios donde se aplica
la máxima. En la vida cotidiana, los juegos de poder se dirimen casi siempre a
favor del que la ejecuta con mayor eficacia. Encontrar el momento adecuado -que
suele coincidir con aquel en el que la víctima es frágil y se encuentra con las
defensas bajas- y el lugar –con el menor número de distracciones posibles-
suele ser necesario, pero si junto a esto, conseguimos separarla de aquello que
la pueda llamar al equilibrio, alejarla de lo que pudiéramos denominar
“llamadas a la razón”, miel sobre hojuelas. Ni que decir tiene que estas
operaciones deben llevarse a cabo desde la óptica de una cierta “superioridad”;
la edad, la posición social o la cultura suelen ser fuentes de esta
superioridad, pero no las únicas, una motivación intensa puede, incluso, ser más
decisiva y todas ellas actúan de llave para entrar en una mente abierta a
“cualquier cosa”
Las actitudes personales ante un hecho son tantas como
personas hay, pero, a pesar de esta infinita variedad, todos nos arrastramos en
grupo. Somos gregarios por naturaleza, hasta el hartazgo y solo unos cuantos
genios o “iluminados” son capaces de establecer pautas nuevas de
comportamiento. Fuera de este ámbito tan reducido, las pequeñas batallas
locales se llevan a cabo con aquellas armas que expuse al principio: la
claridad, la persistencia, el momento y el lugar y que utilizadas en pos de
fines cotidianos no dejan de ser parte del motor de nuestra sociedad.
Considerar como buenas o malas determinadas actitudes es
algo relativo, y en esencia, complicado, pero en determinadas circunstancias,
la perniciosidad de alguna de ellas es tan evidente que no tiene vuelta de hoja
a la vista de cualquiera –incluso del interfecto-; por que la maldad existe,
eso está claro.
A esas personas que, a sabiendas de hacer algo inadecuado,
tratan de influir a otras para que den la cara, que teniendo la opción de
reconvenir una situación molesta, optan por enconarla pensando que “a río
revuelto, ganancia de pescadores”, me permito decirles dos cosas: La primera es
que en el pecado tendrán su penitencia, y la segunda que tarde o temprano
pagarán por el desaguisado; tengan o no conciencia de ese momento.
Luis de Castro
Amén.
ResponderEliminarAntonio, por favor: ¿De donde sale esa religiosidad?
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