martes, 26 de agosto de 2014

Sobre como usar la influencia para aprovecharse del débil.

http://www.cinemanet.info/2008/11/la-influencia-del-cine-en-jovenes-y-adolescentes-completo/

Casi todos sabemos que la claridad y la persistencia de un mensaje suelen ser condiciones necesarias para que este cale, para que su efecto sea el buscado; que el mensaje sea veraz y ajustado, es lo de menos. No se necesita más que una razonable base lógica para que mentes influenciables lo acepten como verdadero. Para darnos cuenta de ello, solo debemos dar un repaso a los titulares de cualquier periódico o a los sumarios de noticieros televisivos.


Evidentemente no sólo son estos los medios donde se aplica la máxima. En la vida cotidiana, los juegos de poder se dirimen casi siempre a favor del que la ejecuta con mayor eficacia. Encontrar el momento adecuado -que suele coincidir con aquel en el que la víctima es frágil y se encuentra con las defensas bajas- y el lugar –con el menor número de distracciones posibles- suele ser necesario, pero si junto a esto, conseguimos separarla de aquello que la pueda llamar al equilibrio, alejarla de lo que pudiéramos denominar “llamadas a la razón”, miel sobre hojuelas. Ni que decir tiene que estas operaciones deben llevarse a cabo desde la óptica de una cierta “superioridad”; la edad, la posición social o la cultura suelen ser fuentes de esta superioridad, pero no las únicas, una motivación intensa puede, incluso, ser más decisiva y todas ellas actúan de llave para entrar en una mente abierta a “cualquier cosa”
Las actitudes personales ante un hecho son tantas como personas hay, pero, a pesar de esta infinita variedad, todos nos arrastramos en grupo. Somos gregarios por naturaleza, hasta el hartazgo y solo unos cuantos genios o “iluminados” son capaces de establecer pautas nuevas de comportamiento. Fuera de este ámbito tan reducido, las pequeñas batallas locales se llevan a cabo con aquellas armas que expuse al principio: la claridad, la persistencia, el momento y el lugar y que utilizadas en pos de fines cotidianos no dejan de ser parte del motor de nuestra sociedad.
Considerar como buenas o malas determinadas actitudes es algo relativo, y en esencia, complicado, pero en determinadas circunstancias, la perniciosidad de alguna de ellas es tan evidente que no tiene vuelta de hoja a la vista de cualquiera –incluso del interfecto-; por que la maldad existe, eso está claro.
A esas personas que, a sabiendas de hacer algo inadecuado, tratan de influir a otras para que den la cara, que teniendo la opción de reconvenir una situación molesta, optan por enconarla pensando que “a río revuelto, ganancia de pescadores”, me permito decirles dos cosas: La primera es que en el pecado tendrán su penitencia, y la segunda que tarde o temprano pagarán por el desaguisado; tengan o no conciencia de ese momento.


Luis de Castro

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