Seguramente habréis oído aquello
de “… y qué es eso comparado con el
cariño de una madre” Suele ser una de esas aseveraciones que se hacen para
menospreciar -de alguna forma-, frases relativas a cosas cuya cantidad es notable; y ahora, yo
me pregunto: ¿tenemos realmente conciencia de la proporción de las cosas? Porque el tamaño de lo que nos rodea es un
concepto tan abstracto como “la fe” sino es comparado con algo; solo en ese
momento consigue nuestra mente darle un valor “razonable”.
Me viene a la cabeza aquella
situación por la que una persona –muy enfadada ella- calificaba de irracional,
inadmisible y demencial que otra votara a determinado partido político –legal,
por demás señas- para, acto seguido, usar exactamente los mismos calificativos
para definir al asesino de una niña… O cuando
escuchas a los espectadores de un partido de futbol dirigirse al árbitro en términos que no
usaríamos para James Manson o Adolf Hitler.
Si usáramos el raciocinio para
mesurar esos –llamémosles- desfases, nos daríamos cuenta que hay que bajar el
listón; hay que reducir el nivel para dejar espacio para que podamos digerir la
verdadera medida de las cosas.
La mente humana es la hostia;
compleja como pocas cosas en la naturaleza; comprenderla es –en muchos casos-
misión imposible y sólo desde esta óptica podremos convivir con nuestros
vecinos. Intentar buscar el motivo a cada una de nuestras acciones, pretender justificar todos nuestros actos es
–cuando menos- un derroche de recursos y no se me va de la cabeza la idea de
que mejor nos iría si esos recursos los dedicáramos a otras cosas.
Luis F. de Castro
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