Dice un refrán “De los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga” y no es que tenga razón -que no la tiene-, pero avisa que algo está cambiando y que llegando determinada edad, esa en la que visitar hospitales y cementerios se convierte en cosa cotidiana, empieza a darnos en la nariz que “lo nuestro” no tiene marcha atrás, que no somos diferentes a los demás y el que seas tú el visitado es una sencilla cuestión de tiempo. Llegas, al fin, a caer en la cuenta que eres tan viejo como te ven los demás, y no tan joven como tú crees ser y, o te resignas a ello o terminas intentando recuperar la juventud perdida vía payasada.
Luis F. de Castro
Ya me has amargado la mañana, ¡jo!
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