Queridos colocotrocos; No sé si pensaréis como yo, pero que la sociedad en la que vivimos siente aversión a las ideas nuevas, es para mí un hecho. Todo lo que vaya en la dirección de revolver tópicos y sacar a la masa de su zona de confort, da grima. No estoy hablando de un nuevo smartphone o de una ventajosa cuenta vivienda, sino de ideas que afecten al ideario político/religioso/económico que nos organiza. Tocar eso es como "mentar a la bicha"
Intentaba
transmitir seguridad, pero en su interior, todo eran incertidumbres. Sabía de
sobras que hay cosas que no están en los libros, cosas nimias en apariencia y
vitales en verdad y que, de no ser tenidas en cuenta, llevarán el resultado al
ignoto territorio del azar.
El tumor se había
extendido imparable y pedía a gritos la intervención liberadora. La carne se
pudría vertiginosamente y la vida de su dueño pendía de su decisión.
Por fin, resuelto,
enarboló el bisturí y entre las sombras de la anestesia atacó la raíz del mal.
Cercenó sin mesura, cortó, escindió todo
lo que parecía anormal y insano y al cabo concluyó que con ello, el problema estaría
resuelto.
Al poco, comprobó
cuan equivocado estaba. La fiebre no remitía, el dolor continuaba presente y su
establecido conocimiento sufrió un rapapolvo más, uno más de tantos.
Pero el paciente, contra
todo pronostico, no terminaba por morir. Tal parecía soportar los rigores del
tumor que ya era más él que él mismo.
Y nuestro cirujano,
transido de contradicciones, notó cruzar su pensamiento por una idea
perturbadora: ¿No será una evolución y no una enfermedad? ¿No será esa masa,
aparentemente informe y agresiva, un nuevo renacer vivificado?
… y dejó pasar el
tiempo observando lo suficiente como para comprobar lo cierto de sus
suposición. Nuevos cuerpo y alma surgieron de las profundidades del dolor, mas
serena y sabia y nuestro hombre concluyó que éramos los culpables de frenar una
evolución imparable y necesaria.
Más nada pudo hacer
para transmitir su descubrimiento que, por revolucionario y absurdo se denigró
hasta hacerlo desaparecer.
Y el mundo siguió extirpando
tumores con la más tranquila de las conciencias
Luis de Castro
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