Ganímedes,
26 de mayo de 2.808
AGFO
llega tarde del trabajo. Los capullos de la mina, a pesar de haber
retirado la reclamación vocal, pagar los desperfectos y la tasa, no
han cumplido sus promesas y le están fastidiando bien. Hoy le han
encargado el control de la espaciera que sube el mineral de la
superficie a la órbita de trasferencia y entre el frío que se pasa
abajo, el calor que se pasa arriba y el compañero que le han
asignado, ha sido el acabose. ¡Menudo pazguato! Se llama ANTO y
como le dé otro día como el de hoy, le carboniza la yugular: toda
la jornada cantando el ¡Oh Susana, no llores más por mí!... Ese no
es castigo para humanos.
No
se ha cambiado aún la gorepiel cuando recibe una comunicación por
el menvisor.
-¿Cómo?¡No
me lo puedo creer! ¡Que ya me han asignado mi binaria! –El
cariacontecido gesto con el que entró por la puerta, se transforma
de golpe en algo jocoso y esperanzado. Lleva casi un año esperando
y, con la escusa de que las anteriores no cuajaron por su conocido
mal carácter, esta nueva se ha retrasado sobremanera. Los de la
Agencia, siempre descargaron sobre sus espaldas la responsabilidad,
pero para AGFO no ha sido sino la propia ineptitud de sus
funcionarios, los que no ha conseguido dar con la persona adecuada.
-Para
esta tarde… sí, y aquí, ¡genial! –Miel sobre ojuelas. Le
comunican que, en esta ocasión, cohabitarán en esta, su casa y que
la nueva binaria tiene más experiencia que la anterior, por lo que
con toda seguridad congeniarán a la primera. La anterior, GOFA,
terminó yéndose al año y llevándose todo lo que pudo cargar en la
espaciera. ¡Menuda harpía! Mandona y estrecha, la Agencia no quiso
hacerse responsable del fracaso y no le devolvieron nada de lo que se
llevó; ¡Puta!, si por lo menos hubiera estado buena, pero los de la
jodida Agencia dicen que según el computo estético de AGFO, le
correspondía una binaria con el mismo coeficiente. Recuerda que lo
primero que hizo al verla fue ir al espejo para pedirse
explicaciones... y se las dio; pero esta vez será diferente: Quiere
dar buena impresión y, a pesar de que su coeficiente estético no ha
mejorada y, por ende, no puede esperar nada del otro mundo, necesita
enfrentar la situación con un extra de optimismo.
Lo
que hace el resto de esa tarde y, como si un adolescente fuera, es
seguir los dictados de sus enclaustradas hormonas. En el vaporizado
que se da, no busca desprenderse del sudor y la suciedad del día,
sino ahondar en su interior rebuscando una apariencia que perdió
hace mucho tiempo. Evidentemente, se aplica olor de más: “eso por
lo que merma” y cuando cree haber terminado y se mira en el espejo,
no tiene por más que pensar... ¡Que sea lo que Dios quiera! En
estos momentos, AGFFO no tiene otro remedio que preguntarse porqué
en las clonificaciones ordinarias no le hacen a uno, junto a los
arreglos internos, otros menos trascendentes: estirarle el pellejo,
trasformar algo de grasa en músculo, un poco de pelo ¡vamos!,
cosas así. Sabe que desde las revueltas de la metrosexualidad, está
prohibido, pero ya podrían levantar un poco la mano ¿no? Al final,
con un esmero extraño en él, se pone su mejor gorepiel -la que usa
para ir a las ceremonias- y se suspende en el susiento del balcón
para pasar el tiempo viendo algo en el menvisor.
No
hace media hora que espera cuando el aburrido concurso que ve en el
menvisor se suspende para dar paso a un aviso de llegada... ¡Un
espaciera pide permiso para entrar! ¡Ya está aquí! Salta de
susiento y estirándose la gorepiel, ofrece la mejor pose posible.
Acepta la entrada y espera expectante. La membrana exterior vibra
cuando la espaciera toma contacto y con lentitud calculada, la
traspasa. La espaciera es de color rosa y cuando se desopaca y AGFO
adivina a su esperada ocupante, sus ojos quieren salirse de las
órbitas.
-¿GODA?
Pero, pero... -AGFO se quiere morir. Ahora, de poco valen
vaporizaciones, olores y gorepieles, sólo la imperiosa necesidad de
ser desintegrado. Frente a él, una mujer extremadamente delgada,
feucha y con un pelucón rosa desproporcionado, le regala una
amplísima sonrisa mientras recoge su espaciera y con coquetos
ademanes, la guarda en un bolsito -también rosa- que cuelga de su
huesudo hombro. -¿Tú que haces aquí? -Pregunta incrédulo y
acongojado-
-¡Qué
gusto me da verte! AGFO... ¡Soy tu nueva binaria! - Nuestro hombre
no comprende como puede ser tan desgraciado. Siente como su vejiga se
afloja. Un billón de mujeres en el sistema solar y los hijos de puta
de la Agencia le asignan como binaria... ¡a su suegra!
(Continuará...)
Aldade
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