lunes, 1 de julio de 2013

Elucubraciones sin ton ni son.

Queridos Colocotrocos: Hoy os dejo, a modo de complicación innecesaria, un cúmulo de disquisiciones fuera de momento y lugar. Espero que os desconcierten de la misma forma que lo hicieron conmigo y es que, algunos días estoy que no me aguanto.


ELUCUBRACIONES SIN TON NI SON




Es miseria humana, la envidia, la que nos fue dada sin ser pedida y nos hace imposible ver que tú eres tu propio prójimo. Suspiras con tener, poder, sentir; acaparar lo divino y lo humano sin caer en cuenta la cantidad de trenes que pasan ante ti y no tomas, trenes cargados de eso que desdeñas a la ligera, porque tan enfrascado estás en tus deseos que no te enteras de lo que ocurre alrededor tuya. No te das cuenta de que el niñato que hace ruido en la calle y que tanto irrita, eres tú hace algunos años; que ese señor tan engominado que interviene en la tertulia televisiva y que vierte argumentos con inteligente naturalidad serías tú si no hubieras dejado las clases de la facultad y cultivado el estómago más que la mente… Sí, que ese mierda que está pegando a su mujer en el piso de abajo eres tú;  si no hubieras dejado de salir con aquella gente que bebía tanto. Tratamos a los demás con la lejanía del que se cree inmune y todopoderoso, aplicamos tópicos a diestro y siniestro, catalogamos, encasillamos, sobreseemos o condenamos con tanta ligereza que si no fuera por lo ingrávidos que son nuestros pensamientos y palabras, estos nos aplastarían por justicia física, pero… Y si no fuera así; y si por un “quítame allá esas pajas” aparece gente que te tiene en respeto, que siente lo que dices y escucha lo que piensas, que aprovecha esos buñuelos de viento envenenados de inconsistencia para saciar su hambre de ideas… Pues que acabas de poner una sucia estrella más en esta caótica galaxia, una estrellita muy parecida a las demás y ante la cual no sabrás si está para darte luz y calor o para reventarte en las narices.

Somos subproductos de nuestra propia envidia.

Todos tenemos contraindicaciones y efectos secundarios. Es más, son más profusos y abundantes que los de la peor quimioterapia. Si sumamos los confesables y los inconfesables –vicios y virtudes- seguramente en lo que se refiere a reproches, la raza humana debería ser una especie muda. Por qué y de qué quejarnos sin que nuestro “mini-yo” nos ponga de vuelta y media al más mínimo de los análisis: He aquí el eterno dilema. Lo cierto es que lo criticamos todo, nada se resiste a nuestro personal y “certero” análisis. Criticamos lo hecho, lo por hacer, lo desecho y lo por deshacer; al todo y a la nada, a Dios  y a Satanás. Todo está mal o podría hacerse mucho mejor, pero si además de dejar esto claro, podemos hacer daño, mejor; eso sí, el sujeto de nuestro análisis, tengamos por seguro que no se va a quedar de brazos cruzados y ¡Por Dios! de nuevo todos los ingredientes en la coctelera.: la sempiterna, tediosa y artificial polémica. ¡Qué aburrimiento!

Mil años de Gloria para el que rompa la dinámica. Primero la idea y después el ideólogo. Somos mierdecillas pululantes con muy mala idea y poca visión de futuro a las que hay que reconvertir en seres cuyo fin último sea la obtención de una calidad de vida sostenible para si y para sus descendientes. ¿Qué como se hace eso? Pues con sobredosis de vaselina y sentido común ¡Hombre!... como se hizo siempre. Dejémosnos de psicodestripes, de socioanálisis, de rememoraciones froidianas y demás palabros que por complicadas que parezcan, nunca lo serán tanto como la enrevesada mente de los que nos quieren meter en el lío… Volvamos a la simplicidad de los remedios de la abuela, al cachete inocente y al beso sin malicia, a la mano que no peca y a la mirada sincera… o es imposible ya. No me digan que eso queda sólo en mis recuerdo y que, ajado y desecho, nunca volverá, que tendremos que vivir “per secula seculorum” mirando de reojo a ese vecino cincuentón que da caramelos a nuestra querida hija, o contratando seguros que nos protejan de seguros que no cumplen cuando otro seguro nos deje colgado. Vaya lata dormir con un tapón en el trasero. Somos tan estúpidos que si el adminículo fuera de Gore-tex, lo soportaríamos gustosos. A mí me da que ya estoy un poco cascado para el experimento, que me han vendido las gafas chungas de tapadillo y tengo tendencia a verlo todo como no quiero. Pero… ¡Por los clavos de Cris…! ¿cómo pueden ser tan listos?. Mañana le doy la vuelta a la tortilla. Voy a empezar a dar limosna, ¡ea! y a prestar dinero a los amiguetes aunque vaya pillado y salir a la calle desabrigado dando pecho al relente y… ¡bueno!, voy a ser un inconsciente; tengo que recuperarme de tantos años caminando entre las líneas del libro rojo… y me pondré al lado de las miríadas de  tipos como yo, para ser tan diferente como ellos.

¡En fín! Si has conseguido llegar al final de esta página y media de desatinos y desvaríos es que tienes moral para seguir jugando a vivir y no te importa demasiado perder tiempo…

¡Envidia me das!



                                                                       Aldade

2 comentarios:

  1. Jo, tío. Que depresión más grande. Me gusta como escribes, pero tú no puedes ser tan triste como esto.
    Erika.

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    1. Hola, Erika: Lo último es deprimirte por algo mío que leas, que para eso ya estoy yo. ¡Vamos! Calderón de la Barca a mi lado era un lolailo.
      Un saludo

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