Ganímedes,
26 de mayo de 2.808
-¿Sorprendido?
–GODA, que acaba de recacondicionarse el matorral rosa que porta a modo
de cabellera, se coloca en jarras y mostrándole a su nuevo y
espantado binario un carro de dientes a modo de sonrisa, le inquiere.
-¿Qué tal me ves? A que estoy genial. Aunque sea por una vez, estos
de la Edad Social se han portado, ¿a que sí?
-Hummm…
no sé, no sé. Yo…–AGFO contesta sin poder cerrar la boca y a
punto de babear. Su respuesta ha sido producto del reflejo
-evidentemente-, por lo que carece de cualquier significado racional.
Lo cierto es que si hubiera que recompensar el trabajo de esa gente según el resultado, habría que ejecutarlos uno por uno.
-Antes
de nada, me acompañarás al estonomato para hacer algunas compras…
Tendrás fondos ¿no?, porque yo no traigo en el bolso ni un doblo y
¡claro está!, necesito muchas cosas para instalarme. –La mujer se
ha puesto a pasear por la casa mirando y removiéndolo todo -¡Cuanto
polvo! Qué pasa, ¿que tienes al domo de huelga…? ¡Ah, no! Ya
recuerdo. Que a ti te gusta vivir así, como los europeos, entre
mierda… No, ¡si ya me lo decía mi hija! Que guarro eras un rato…
pero esto va a cambiar, ¡vamos si va a cambiar! –En ese momento un
ligero golpe en el tobillo atrae su atención: Es el domo, que con la
eficiencia característica de estos cacharros, expele una abundante
chorro de vapor de grafeno hacia la repintada boca de la mujer.
–Pero… ¡esto que es! –Escupiendo espuma se ha callado. El
domo, que está programado para una casa unipersonal ha detectado a
GODA como si un insecto intruso se refiere y… ha actuado en
consecuencia. Una estúpida sonrisa se plasma en el regordete rostro
de AGFO.
-No
todo tenía que ser malo. –Murmura entre dientes mientras la
escuálida mujer que no para de toser y escupir, corretea por la
estancia intentado huir de un domo que la persigue recalcitrante.
-¡Quítamelo,
quítamelo! –Acierta a gritar al tiempo que su pelo, las múltiples
capas de maquillaje y el vapor de grafeno han formado una amalgama
asquerosa y purulenta que –mirándolo fríamente- AGFO considera,
le hace justicia. Más tranquilo ahora y, mientras la cruenta batalla
se dirime a su espaldas, se suspende en el susiento cara al ventanal
e intenta disfrutar del helado horizonte de Ganímedes. Pronto le
vienen a la memoria recuerdos sobre la convivencia con su anterior
binaria, la hija de GODA. ¡Qué hijos de puta los de la Agencia!
–piensa- Pues claro que tendría más experiencia; si es su puta
madre, como no va a tenerla. Recuerda cuando recibieron su visita y,
en aquel tiempo, -premonición desgraciada- pensó en lo
profundamente desgraciado que debía ser su binario… ¡maldita sea
la gracia! Y él que pensaba que GOFA era difícil. ¡Qué cosas
tiene el destino!
Es
de noche eclipsada y el resplandor urbano no consigue ocultar al
negro y omnipresente perfil de Júpiter. AGFO se pregunta cómo es
posible una historia tan cutre y salchichera en un escenario tan
grandioso; cómo es posible tal contraste. Mientras, detrás de él y
entre gritos y golpes, se decide su futuro inmediato, intenta
adivinar la manera de cambiar esta dinámica. Quizás renegando, o
adhiriéndose a la torticera y sibilina clase política… ¡quién
sabe! Lo único cierto es que tarde o temprano, debe acometer la
tarea. No puede sentarse a esperar que cambien las cosas por sí
mismas; con ello, sólo logrará que este mundo mezquino e inhumano
se cague encima. Tiene que pasar al contraataque.
Ausente,
nuestro amigo AGFO se atusa el bigote con fruición. Una y otra
vez, este movimiento le ayuda a concentrarse más profundamente en
sus pensamientos y le separa de un mundo al que odia tanto como el
mundo le odia a él. Cuando quiere darse cuenta, el silencio le
llama. Algo pasa; la barahúnda ha desaparecido y nada se mueve ya...
Abandona lentamente el susiento y, con cierto temor, como quien puede
darse de bruces con un leogato, rebusca por la estancia. Si hubiera
cosas por el medio, estaría revuelta, pero como no las hay, no.
Cuando enseña la gaita tras la entrada al sanidario, GODA, o algo
parecido, está caída en el vaporizador sanitario, la gorepiel
aparece arrugada y rota mostrando en algunas zonas el pellejo de la
mujer, el pelucón se ha trasladado a la nuca y el domo aspira una y
otra vez los abultados labios de su victima.
-Me
da a mí que no empezamos bien, ¿no? -AGFO lo dice en voz baja,
intentando no ahuyentar la magia del momento. GODA, con los ojos
inyectados en sangre y apartando el aspirador del domo con el dorso
de la mano, balbucea...
-Me
da que no, me da que no...
(Continuará...)
Aldade
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