jueves, 25 de julio de 2013

Crónicas ganimedianas -005- Un poco de memoria, ¡por favor!



Ganímedes, 26 de mayo de 2.808

    -¿Sorprendido? –GODA, que acaba de recacondicionarse el matorral rosa que porta a modo de cabellera, se coloca en jarras y mostrándole a su nuevo y espantado binario un carro de dientes a modo de sonrisa, le inquiere. -¿Qué tal me ves? A que estoy genial. Aunque sea por una vez, estos de la Edad Social se han portado, ¿a que sí?


   -Hummm… no sé, no sé. Yo…–AGFO contesta sin poder cerrar la boca y a punto de babear. Su respuesta ha sido producto del reflejo -evidentemente-, por lo que carece de cualquier significado racional. Lo cierto es que si hubiera que recompensar el trabajo de esa gente según el resultado, habría que ejecutarlos uno por uno.
   -Antes de nada, me acompañarás al estonomato para hacer algunas compras… Tendrás fondos ¿no?, porque yo no traigo en el bolso ni un doblo y ¡claro está!, necesito muchas cosas para instalarme. –La mujer se ha puesto a pasear por la casa mirando y removiéndolo todo -¡Cuanto polvo! Qué pasa, ¿que tienes al domo de huelga…? ¡Ah, no! Ya recuerdo. Que a ti te gusta vivir así, como los europeos, entre mierda… No, ¡si ya me lo decía mi hija! Que guarro eras un rato… pero esto va a cambiar, ¡vamos si va a cambiar! –En ese momento un ligero golpe en el tobillo atrae su atención: Es el domo, que con la eficiencia característica de estos cacharros, expele una abundante chorro de vapor de grafeno hacia la repintada boca de la mujer. –Pero… ¡esto que es! –Escupiendo espuma se ha callado. El domo, que está programado para una casa unipersonal ha detectado a GODA como si un insecto intruso se refiere y… ha actuado en consecuencia. Una estúpida sonrisa se plasma en el regordete rostro de AGFO.
   -No todo tenía que ser malo. –Murmura entre dientes mientras la escuálida mujer que no para de toser y escupir, corretea por la estancia intentado huir de un domo que la persigue recalcitrante.
   -¡Quítamelo, quítamelo! –Acierta a gritar al tiempo que su pelo, las múltiples capas de maquillaje y el vapor de grafeno han formado una amalgama asquerosa y purulenta que –mirándolo fríamente- AGFO considera, le hace justicia. Más tranquilo ahora y, mientras la cruenta batalla se dirime a su espaldas, se suspende en el susiento cara al ventanal e intenta disfrutar del helado horizonte de Ganímedes. Pronto le vienen a la memoria recuerdos sobre la convivencia con su anterior binaria, la hija de GODA. ¡Qué hijos de puta los de la Agencia! –piensa- Pues claro que tendría más experiencia; si es su puta madre, como no va a tenerla. Recuerda cuando recibieron su visita y, en aquel tiempo, -premonición desgraciada- pensó en lo profundamente desgraciado que debía ser su binario… ¡maldita sea la gracia! Y él que pensaba que GOFA era difícil. ¡Qué cosas tiene el destino!
   Es de noche eclipsada y el resplandor urbano no consigue ocultar al negro y omnipresente perfil de Júpiter. AGFO se pregunta cómo es posible una historia tan cutre y salchichera en un escenario tan grandioso; cómo es posible tal contraste. Mientras, detrás de él y entre gritos y golpes, se decide su futuro inmediato, intenta adivinar la manera de cambiar esta dinámica. Quizás renegando, o adhiriéndose a la torticera y sibilina clase política… ¡quién sabe! Lo único cierto es que tarde o temprano, debe acometer la tarea. No puede sentarse a esperar que cambien las cosas por sí mismas; con ello, sólo logrará que este mundo mezquino e inhumano se cague encima. Tiene que pasar al contraataque.
   Ausente, nuestro amigo AGFO se atusa el bigote con fruición. Una y otra vez, este movimiento le ayuda a concentrarse más profundamente en sus pensamientos y le separa de un mundo al que odia tanto como el mundo le odia a él. Cuando quiere darse cuenta, el silencio le llama. Algo pasa; la barahúnda ha desaparecido y nada se mueve ya... Abandona lentamente el susiento y, con cierto temor, como quien puede darse de bruces con un leogato, rebusca por la estancia. Si hubiera cosas por el medio, estaría revuelta, pero como no las hay, no. Cuando enseña la gaita tras la entrada al sanidario, GODA, o algo parecido, está caída en el vaporizador sanitario, la gorepiel aparece arrugada y rota mostrando en algunas zonas el pellejo de la mujer, el pelucón se ha trasladado a la nuca y el domo aspira una y otra vez los abultados labios de su victima.
   -Me da a mí que no empezamos bien, ¿no? -AGFO lo dice en voz baja, intentando no ahuyentar la magia del momento. GODA, con los ojos inyectados en sangre y apartando el aspirador del domo con el dorso de la mano, balbucea...
   -Me da que no, me da que no...
                                                      (Continuará...)



                                                                                                   Aldade

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