domingo, 12 de enero de 2014

Disquisiciones sobre la sociedad feliz.

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El cerco a al independencia de la mente está montado. Las empalizadas son fuertes y mantendrán al díscolo en su sitio. La propia naturaleza de una masa mediocre e impresionable hará el resto. No hay escapatoria ya que el sistema no está manejado por mano humana, sino bajo la tutela de una nube a la que hemos dotado de vida propia y ya no nos necesita sino para alimentar su poder. ¿Puede acaso una abeja sublevarse al mandato del enjambre?, ¿puede un planeta decidir a qué estrella rotar?
Es la felicidad un estado del ánimo que no puede aplicarse a una sociedad; únicamente al individuo y que invariablemente se aleja de él a medida que tiene conciencia de sí mismo y de su papel en el mundo. Las religiones no dejan de ser un fallido método de defensa contra la infelicidad social, un compromiso en el que se aceptan premisas falsas e irreales en pos de un beneficio común. El –de momento- insalvable hándicap se encuentra en que llegan a una humanidad inmadura para aceptar un contrato tan complejo. Invariablemente recurre a la violencia extrema para conseguir que “los otros” sean tan felices como “los unos”, con lo que entran en una dinámica inútil por la imposibilidad de soluciones.

De momento y mientras “el nimbo” soluciona ese problema, una opción es recluirse en el capullo a esperar tiempos mejores. 

                                  Luis F. de Castro

4 comentarios:

  1. Imagínate el cuerpo como una de esas pipetas graduadas que usabas cuando estudiabas biología. Para conseguir la felicidad –no la eterna, simplemente los instantes- se necesita la coincidencia de múltiples agentes y en su dosis exacta. Si al pulsar el émbolo se va un poco la mano, no se logra el equilibrio y ese cóctel tan anhelado se va al garete.

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    1. Lo que quiere decir que conseguirla no está del todo en nuestra mano y que el azar y la suerte tiene mucho que decir.
      Saludos, yo.

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    2. totalmente de acuerdo, la suerte no está en nuestras manos

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