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El
cerco a al independencia de la mente está montado. Las empalizadas son fuertes
y mantendrán al díscolo en su sitio. La propia naturaleza de una masa mediocre
e impresionable hará el resto. No hay escapatoria ya que el sistema no está
manejado por mano humana, sino bajo la tutela de una nube a la que hemos dotado
de vida propia y ya no nos necesita sino para alimentar su poder. ¿Puede acaso
una abeja sublevarse al mandato del enjambre?, ¿puede un planeta decidir a qué
estrella rotar?
Es la
felicidad un estado del ánimo que no puede aplicarse a una sociedad; únicamente
al individuo y que invariablemente se aleja de él a medida que tiene conciencia de sí mismo y de su papel en el mundo. Las religiones no dejan de ser un
fallido método de defensa contra la infelicidad social, un compromiso en el que
se aceptan premisas falsas e irreales en pos de un beneficio común. El –de
momento- insalvable hándicap se encuentra en que llegan a una humanidad
inmadura para aceptar un contrato tan complejo. Invariablemente recurre a la
violencia extrema para conseguir que “los otros” sean tan felices como “los
unos”, con lo que entran en una dinámica inútil por la imposibilidad de
soluciones.
De
momento y mientras “el nimbo” soluciona ese problema, una opción es recluirse en
el capullo a esperar tiempos mejores.
Luis F. de Castro
no seriamos como somos
ResponderEliminarImagínate el cuerpo como una de esas pipetas graduadas que usabas cuando estudiabas biología. Para conseguir la felicidad –no la eterna, simplemente los instantes- se necesita la coincidencia de múltiples agentes y en su dosis exacta. Si al pulsar el émbolo se va un poco la mano, no se logra el equilibrio y ese cóctel tan anhelado se va al garete.
ResponderEliminarLo que quiere decir que conseguirla no está del todo en nuestra mano y que el azar y la suerte tiene mucho que decir.
EliminarSaludos, yo.
totalmente de acuerdo, la suerte no está en nuestras manos
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