miércoles, 15 de enero de 2014

Sobre la virtud de pedir y el vicio de dar

Estimados súbditos: Colocotroco es una monarquía fagocrática y, como tal,  lo que yo me guiso, yo me lo como. Ayer os dije que daba por terminada la serie de escritos psudofilosóficos sobre cosas y casos, pues bien... hoy os digo que sigo; y sigo por que la intempestiva voluntad de este vuestro pedazo de monarca, así lo quiere.  ¡He dicho!


   

        La humanidad se forjó a base de soberanos guantazos, de patadas en la entrepierna colectiva  y de sobredosis de doblar el lomo. No hace falta llevar una contabilidad exhaustiva para asegurar que poco se ha progresado cuando -en un “echar cuentas”-, se ha dado menos de lo recibido.

Incentivar la superación personal, los valores de progreso, la preeminencia del esfuerzo y el principio básico del trabajo es obligación de nuestros superiores, considerando como tales a padres, maestros y responsables políticos. Si esa filosofía se sumerge en una atmósfera de valores reconocidos universalmente como imprescindibles; léase justicia y solidaridad, entre otros, tendremos una sociedad sana y evolucionada.

Tiempos raros estos que corren; tiempos donde se confunde tecnología con desarrollo, solidaridad con limosna y progreso con consumo. Una amalgama confusa y descontrolada se cierne sobre nuestras cabezas y que se deja acompañar por un putrefacto viento que huele a dinero y poder.

En un mundo tan complicado, los pescadores de río revuelto hacen su agosto. Caen en sus redes peces cansados, vencidos por el esfuerzo y desengañados de todo… hasta de la vida, y los que no, merodean caóticamente alrededor de los envenenados cebos  de lo políticamente correcto.

Lo llamativo es que los pescadores son, a su vez, potenciales presas de otros, y esos de otros, y así hasta que llegamos a La Nube, ese súper depredador que sombrea todo nuestro horizonte con su volumen universal.

Revertir ese corrupto proceso es cosa de todos y cada uno de nosotros. Disgregar La Nube solo es posible desde dentro, desde sus entrañas, reconstruyendo nuestra libertad personal a base de cultura y librepensamiento, de positivismo y trabajo, desterrando la holganza y concienciándonos de lo indigno de pedir lo que podemos ganarnos y suplicar aquello a lo que tenemos derecho.
                                    



                                               Luis F. de Castro.

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